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A la par con las elecciones presidenciales ecuatorianas que dejaron como ganador al derechista Guillermo Lasso, el domingo pasado se llevó a cabo la primera vuelta presidencial en Perú, que dejó como resultado el paso a instancias definitivas de la ultraderechista Keiko Fujimori y del izquierdista radical Pedro Castillo, quienes el próximo 6 de junio medirán fuerzas para ver cuál de los dos asume el mando en el vecino país. Como sea, ya está claro que allí gobernará un líder populista, en medio de una gran polarización política.
También está claro que en el Perú, donde en la primera vuelta la gran ganadora fue la apatía del pueblo, ya que la abstención y los votos en blanco y nulos se llevaron la mayor tajada en los resultados electorales, se tendrá un enorme retroceso en igualdad de género y en la posibilidad de reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto y la eutanasia. Tanto Castillo como Fujimori rechazan ideas en ese sentido. La presencia de una untraderecha católica por primera vez en el Congreso asegura que ninguna iniciativa progresista en este tipo pueda salir adelante.
Los dos finalistas tienen perfiles que garantizan, además, posturas extremas que podrían llevar a ese país a una situación política más complicada aún. Castillo, de 51 años, y quien alcanzó el 19% en las votaciones, es un docente y sindicalista rural, cuyo discurso nos remonta a las épocas del comunismo a ultranza. Fujimori, de 45 años, quien lleva tres intentos para llegar a la Presidencia y logró apenas el 13%, ha sido acusada por lavado de activos y es hija del autócrata Alberto Fujimori, de ingrata recordación y a quien pretende indultar. 
Es tan complejo el panorama que líderes derechistas que perdieron en la primera vuelta parecen inclinarse a favor de Castillo, con tal de no volver a ver un Fujimori en el poder. Es lo que pasa con el empresario y miembro del Opus Dei Rafael López Aliaga, de Renovación Popular, quien preferirá apoyar al izquierdista radical antes que a la hija del dictador. Este movimiento podría ser considerado la demostración más sorprendente de la llamada dinámica política. Cualquier cosa puede pasar en segunda vuelta, ya que cuatro de cada cinco peruanos escogieron propuestas distintas a las de Castillo y Fujimori. Ahora solo tienen esas dos opciones.

En cuanto a la apatía, se refleja en el 12% de electores que dejó su papeleta en blanco y el 28% que no votó, pese a que en Perú el voto es obligatorio. A esto hay que sumar los votos nulos. Es un panorama que podría pesar para la segunda vuelta, y parece el producto natural de un país que entró en crisis política desde el 2016 a causa de los escándalos de sobornos de la constructora Odebrecht a líderes políticos, entre ellos varios presidentes. De hecho, desde esa fecha hasta hoy han pasado cuatro mandatarios nacionales, en medio de un tire y afloje entre los miembros del Legislativo, que ahora tendrá mayorías conservadoras.