“Apagar incendios” es una expresión para manifestar que a los problemas se les busca soluciones a la fuerza, cuando no se tuvo la planeación suficiente ni se pensó en medidas de contingencia para evitar que las cosas se complicaran. Siendo ya bastante negativo que se opte por apagar incendios en lugar de evitarlos, hay pueblos en Colombia que ni siquiera tienen cómo intervenir este tipo de desastres. Es el caso de Riosucio (Chocó), que en la madrugada del sábado pasado ardió, al punto de que se quemaron 83 viviendas, dejando dos personas fallecidas y unas 500 damnificadas.
No hubo manera de contener las llamas debido a que en este municipio limítrofe con Antioquia no hay cuerpo de bomberos, algo que no debería ocurrir por ningún motivo en un pueblo hecho básicamente en madera y que es de difícil acceso desde otras poblaciones vecinas. Más, cuando habían ocurrido allí otros incendios grandes, como el de hace 10 años que destruyó 50 viviendas, las cuales igual que las de este fin de semana se volvieron ceniza. Incluso más recientemente se registraron otras conflagraciones allí, aunque más pequeñas, que la gente controló con baldes de agua. Por todo esto es insólito que no haya allí al menos una máquina extintora de incendios.
El pedido que hace la Procuraduría General al Gobierno Nacional para dotar al municipio de un cuerpo de bomberos es apenas lógico. No obstante, lo que más preocupa es que esa es la triste realidad de decenas de municipios en el país, que no han desaparecido de milagro. De hecho, la misma Procuraduría asegura que el 90% de los municipios chocoanos no tiene bomberos y los pocos que tienen no están bien dotados. En zonas como el Chocó, donde el nivel de lluvias es alto durante todo el año, y por tanto es abundante en cuencas hidrográficas y aguas subterráneas, podría pensarse en soluciones que estén al alcance de las comunidades y que no sean onerosas, como la instalación de de motobombas en lugares estratégicos, que permitan actuar a tiempo. Ahora bien, ¿será eso posible en un pueblo como Riosucio, donde ni siquiera hay acueducto ni alcantarillado?
Por eso, no solo es urgente que el Gobierno atienda la emergencia en Riosucio, sino que halle alternativas de prevención e intervención efectiva de desastres en todas esas poblaciones vulnerables, hoy abandonadas a riesgos permanentes, no solo de incendios sino de inundaciones, deslizamientos de tierra y terremotos, entre otros fenómenos naturales. Además, no se trata solo de entregar dotaciones de manera reactiva, sino tener un plan que involucre el personal necesario y más que nada el trabajo con las comunidades para prevenir este tipo de emergencias o para actuar a tiempo y salvar vidas.
Es importante el compromiso asumido por el Gobierno para una rápida reconstrucción de la amplia zona destruida en este pueblo chocoano, pero además de concretar esa promesa resulta fundamental cambiar la premisa de “apagar incendios” por la de evitar que desastres prevenibles sucedan.
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