El alcalde de Manizales, Carlos Mario Marín, arranca el año con un gabinete totalmente renovado. Si lo comparamos con el que se posesionó hace un año, solo cinco funcionarios (secretario de Educación, tesorero municipal, director del Centro de Recepción de Menores, director de la Unidad de Gestión Rural y jefe de la Unidad de Gestión del Riesgos) se mantienen en sus cargos iniciales. Todos los demás, o llegaron recientemente o a mitad de camino, o fueron rotados y ahora atienden asuntos muy diferentes a los iniciales. El último cambio significó la llegada de 10 funcionarios a nuevas posiciones. La verdad es que en ninguna teoría de la administración pública puede considerarse tal situación como acertada o pertinente.
No obstante, esa es la realidad, y bajo este nuevo punto de partida en el que hay tres años de gobierno por delante, lo que esperamos los manizaleños es que haya una rectificación de rumbo y que, al final, podamos decir que la ciudad ganó y creció, y que puede tener un mejor futuro. Si se mantiene esta misma actitud de permanente cambio desde la cabeza de la Administración Municipal resultará muy difícil consolidar procesos y concretar realizaciones que nos lleven al cumplimiento del Plan de Desarrollo y, por tanto, a tener la satisfacción de avanzar hacia una mejor ciudad.
No puede olvidar el mandatario local que los 75 mil 729 votos que obtuvo el 25 de octubre del 2019 clamaron un cambio que los ciudadanos todavía esperan, y que no corresponde en nada a lo que han visto hasta ahora. Es verdad que la pandemia de covid-19 es una circunstancia especial que obligó a todos los gobernantes a ajustar prioridades, pero esa no puede ser disculpa para que las expectativas que se tenían en la elección no se cumplan. Hay que reconocerle al Alcalde que, en general, su manejo de la emergencia sanitaria ha sido acertada, lo que ha permitido que Manizales soporte de mejor manera que otras ciudades lo que está ocurriendo.
Son fundadas las críticas que se han hecho al gobernante acerca de sus errores administrativos con respecto a los cambios exagerados en su gabinete y a la injerencia de terceros en decisiones que no les competen, lo cual también debe ser solucionado de manera real. Los focos están puestos en esos aspectos que no pueden quedarse solo en maquillaje. La gente quiere percibir un liderazgo decidido pero tranquilo, en el que reinen las buenas maneras y el trabajo en equipo por el bien de la ciudad. Esperamos que ante estos reparos, el jefe del Ejecutivo municipal sea receptivo y entienda que las preocupaciones de gran parte de los manizaleños obedecen a la necesidad de trabajar por el bien de todos.
Ahora bien, tampoco es conveniente para la ciudad pensar en revocatorias del mandato ni cosas por el estilo que, en lugar de estar orientadas al bienestar de Manizales, obedecen más a animadversiones personales o intereses políticos malsanos. Lo que debe pasar es que el alcalde sea consciente de los grandes desafíos que debe enfrentar y haga todo lo posible por acertar, sin dejarse llevar por el ego y el capricho, ni por los ánimos de exaltar su propia figura, sino más bien que se busque la armonía en su equipo de trabajo y en las necesarias relaciones con los distintos sectores que también quieren lo mejor para Manizales.
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