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Uno de los primeros anuncios que hizo el presidente Gustavo Petro, incluso antes de su posesión, fue que las fronteras con Venezuela serían reabiertas y que se buscaría la normalización de las relaciones con ese país. Es una decisión que va en el camino correcto, pero que no puede hacerse a la ligera, sin desconocer la necesidad de seguir trabajando para que la democracia regrese a ese país y que los compromisos comerciales que se establezcan no pongan en riesgo el aparato productivo colombiano.

El Ejecutivo nacional parece tener en cuenta esas preocupaciones, si tomamos en cuenta lo expresado por el ministro de Comercio, Industria y Turismo, Germán Umaña, en Cúcuta, donde se realizó el foro ‘Acuerdo de Frontera’, en el sentido de que es necesario “eliminar prácticas desleales” y garantizar la seguridad. Así, hay que establecer mecanismos que aseguren el pago oportuno a los empresarios colombianos de los bienes y servicios exportados a ese país, y que el gobierno venezolano coopere para que los grupos armados ilegales que hacen presencia en la frontera no entorpezcan el intercambio comercial que se acuerde.
Hay que recordar que hace 20 años Venezuela era un gran socio comercial, y que para los industriales caldenses era el cliente principal, por encima de los Estados Unidos. Sin embargo, con la llegada de chavismo al gobierno del vecino país las cosas se complicaron, primero porque no pagaban a tiempo, y segundo porque las relaciones entre los dos países se deterioraron.
 
Así, la caída del intercambio comercial fue dramática y tanto Colombia como Venezuela sufrieron las consecuencias. Para los empresarios caldenses las consecuencias fueron contradictorias, como lo ilustra el informe que se publica hoy en este diario, ya que se perdió un cliente, pero se ganó en diversificación de la canasta exportadora, al tener que buscar mercados sustitutos en el mundo a los que se pudo llegar inclusive con productos diferentes.
 
No puede negarse que la posibilidad de reabrir las fronteras y recuperar los volúmenes de intercambio comercial sería positivo para las empresas colombianas y ayudaría a expandir nuestro mercado internacional y los volúmenes de exportaciones, pero no puede olvidarse que el chavismo sigue al frente de Venezuela y que es fundamental que los pagos a los empresarios colombianos se hagan a tiempo. Llegar pronto a unos 400 millones de dólares ($1,7 billones) de exportaciones caldenses a ese país, como lo proyecta Planeación Departamental, sería muy positivo, indiscutiblemente.

Ya era hora de dar un paso en esa dirección, pero insistimos en la necesidad de tener precauciones, y no olvidar que Venezuela es un régimen no democrático, un asunto que es urgente resolver. Las oportunidades son muchas y es clave aprovecharlas al máximo, con un plan estratégico que pueda construirse en conjunto entre los sectores público y privado.

En otro orden de ideas, si bien es polémico afirmar que el gas que necesite Colombia lo traerá desde Venezuela, y es un punto que tendrá que evaluarse muy bien, sí es la oportunidad de usar el gasoducto Antonio Ricaute que ya está construido entre los dos países y recuperar el combustible que Colombia le facilitó a Venezuela hace algunos años (380 mil millones de pies cúbicos diarios, durante siete años) y que aún no ha devuelto.