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Circunstancias políticas, pero también de salud pública, han mantenido cerradas las fronteras de Colombia con Venezuela y Ecuador, las cuales urge reabrir para normalizar las relaciones que deben darse siempre en los mejores términos entre países vecinos. Si bien la ecuatoriana fue cerrada cuando comenzaba la emergencia sanitaria por la covid-19, a principios del año pasado, ya es hora de dar el paso que normalice el intercambio de personas y mercancías, bajo el cumplimiento de protocolos, desde luego, pero sin mantener talanqueras innecesarias.

En el caso de Venezuela, si bien hay un trasfondo político al que Nicolás Maduro y su régimen pretenden sacarle partido, Colombia debe moverse en la misma dirección y avanzar hacia la normalización de la dinámica fronteriza. La decisión del gobierno venezolano de reabrir el paso fronterizo, después de dos años y medio de cierre, ocurre en momentos en los que avanzan en México los diálogos entre los representantes de Maduro y sectores opositores afines a Juan Guaidó, reconocido por cerca de 50 países como presidente interino del vecino país.

Debemos recordar que la decisión del mandatario venezolano de cerrar el paso fronterizo por el puente internacional Simón Bolívar (así como otras rutas desde la Guajira hasta Guainía, en una línea de 2 mil kilómetros de longitud) fue tomada en febrero del 2019, con el propósito de impedir el ingreso de ayuda humanitaria que la oposición quería llevar a los venezolanos con escasez de alimentos y medicinas, y con la idea de frenar la desbandada de migrantes desde ese país hacia Colombia y el resto de Latinoamérica.

La intención inicial del régimen es que haya una “apertura comercial” que, en la práctica, está restringida desde el 2015. Es un paso beneficioso para ambos países que, en la realidad, vienen perdiendo desde que comenzaron los bloqueos comerciales desde la primera década de este siglo, en el mandato de Hugo Chávez. Lo complicado es que las características antidemocráticas y totalitarias del actual gobierno generan desconfianza para los empresarios colombianos que podrían volver a tejer relaciones comerciales con ese país.

Hay que avanzar en la reapertura de los consulados, e inclusive en que se recuperen y afiancen los canales diplomáticos, con embajadores que puedan comunicarse y buscar solución a los múltiples problemas que se tienen en la frontera. En el caso ecuatoriano, cuando el entendimiento entre los dos gobierno es expedito y también se afrontan retos comunes en materia económica y de seguridad, resulta fundamental no aplazar más la decisión de avanzar hacia la normalización.

Además, en medio de la pandemia de covid-19 que aún está presente, es fundamental que en el lado colombiano se tengan los controles pertinentes que eviten que posibles olas de contagio puedan llegar desde los países vecinos, aunque también es verdad que el flujo de personas continuó ocurriendo por toda clase de trochas durante todo este tiempo. Sin embargo, no sobra garantizar que los desplazamientos, que ahora podrían verse incrementados, cuenten con suficientes controles para evitar que surjan problemas de salud pública. La reapertura, si bien puede ser un innegable hecho político, debe tener ante todo consecuencias sociales y económicas positivas.