Seis meses y 24 días de gobierno fueron suficientes para que el alcalde de Manizales, Carlos Mario Marín, hiciera su primera crisis de gabinete, la cual deja como resultado que 7 funcionarios salgan de la administración, mientras que 8 de los 15 sobrevivientes cambian de función. Una manera muy singular, sin duda, de ejercer la administración pública, que pareciera marcar una especie de nuevo comienzo.
No es habitual un relevo tan alto de colaboradores a tan pocos meses de haber iniciado sus labores. Adaptarse al sector público, a sus procedimientos y controles toma tiempo, entender las dinámicas de cada sector, conocer sus actores clave, es todo parte del ejercicio inicial, que si se hace bien luego permite un nivel de ejecución y eficacia que se paga con creces. Cambiar cuando apenas se está surtiendo esa etapa implica nuevos aprendizajes que consumen tiempo valioso.
¿Estas modificaciones corresponden a necesidades reales del momento, como lo argumenta el mandatario? ¿Son solo caprichos de un joven líder amante de la renovación constante? ¿Son modificaciones motivadas por presiones de otros, más hábiles para la gerencia? Son interrogantes que quedan en el aire y que ojalá podamos resolver pronto.
Por lo pronto, el alcalde asegura que los cambios corresponden a la necesidad del momento de ser más ejecutores y poder enfrentar con éxito la pandemia. En esto, desde luego, esperamos que el revolcón hecho en el equipo obtenga los resultados que Marín espera, porque como ciudad necesitamos que se tomen las mejores decisiones y que salgamos adelante tanto en materia de cuidados a la salud como en reactivación de la economía. Si estos movimientos terminan siendo equivocados todos los manizaleños pagaremos con creces las consecuencias.
Desde que el actual alcalde ganó las elecciones el año pasado se sabía que su administración sería distinta a las anteriores, y por su carácter era previsible que, en un momento dado, aparecieran situaciones como la actual en su administración. Lo fundamental es que, si bien un gobernante debe actuar bajo su propio albedrío, cada determinación debe ser producto de escuchar otras voces, de analizar a profundidad, de contrastar escenarios, y que para el equipo no resulte ser una imposición, sino un efecto natural de los hechos.
No cabe duda de que el gabinete municipal está conformado, en general, por buenos profesionales que mezclan juventud y experiencia, incluso después de las modificaciones, y es evidente que Marín, así sea joven e inexperto en asuntos de la administración pública, fue el ungido por los manizaleños para estar al frente de la ciudad. Eso le otorga una responsabilidad muy importante de actuar con tino y de esforzarse en asumir con prudencia y sabiduría cada decisión como mandatario, pensando siempre en actuar con la madurez y sensatez que el cargo exige.
Estamos en un momento muy complejo que exige un gran liderazgo para superarlo. Un liderazgo que oiga y convoque, que se haga acompañar de los mejores para tomar sus decisiones, que entienda las limitaciones y aproveche las fortalezas para promover los cambios que la ciudad necesita. Ahora, más que nunca, necesitamos de propósitos compartidos y de tener una ruta clara para alcanzarlos.
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