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Es una verdadera lástima que el regreso del público a los estadios, cuando se creía que el ambiente iba a ser de alegría por dejar atrás la ausencia de los 18 meses anteriores, se haya convertido en un escalonamiento de violencia que genera temor en la mayoría de los aficionados al fútbol, quienes disfrutan de ese deporte en paz.
 Lo ocurrido el martes en el estadio El Campín de Bogotá, durante el partido de Santa Fe y Atlético Nacional, y los hechos protagonizados el domingo en Manizales por hinchas de Millonarios, quienes no solo pelearon entre ellos en las graderías del Palogrande sino que luego atacaron comercios en la vía hacia Bogotá, causan profunda tristeza. Es un colmo lo ocurrido, por ejemplo, con una delegación de boxeadores risaraldenses, que por llevar camisetas verdes fueron atacados en Bogotá al confundirlos con hinchas de Nacional.
Nuevamente las llamadas barras de los equipos de fútbol son las responsables de la violencia en los escenarios y también fuera de ellos, son los autores de esa violencia que ha expulsado desde hace ya un buen tiempo a las familias que antes iban a ver a sus equipos, sin mayores prevenciones. Infortunadamente, hoy hablar de fútbol con público en las graderías remite a pensar en los barrabravas que se encargan de hacer toda clase de vandalismos y de causar graves lesiones a otros en los estadios y fuera de ellos.
Resulta necesario que las autoridades demuestren firmeza y mano dura contra quienes actúan de esta manera, causando miedo a todos. Hay que buscar la manera para que esas personas no vuelvan a los estadios, y que además reciban sanciones que les impida seguir causando zozobra.
Las autoridades del fútbol profesional, como la Dimayor, tienen que asumir la responsabilidad de que los partidos tengan todas las garantías para quienes asisten, y también para los miembros de los equipos. En situaciones como las de Bogotá es inconcebible que, pese a los heridos en medio de los desmanes, haya prevalecido el interés de seguir con un partido para el que no estaban dadas las condiciones. No solo se trata de obtener ganancias por las transmisiones de televisión, sino que se debe proteger a quienes ingresan a los estadios pagando boleta.
Por lo pronto, para el clásico bogotano este sábado, entre Santa Fe y Millonarios, no se tendría público, lo que constituye un retroceso en el propósito de reactivar esa actividad. Hay que pensar en la injusticia con quienes van a los estadios a disfrutar del espectáculo para divertirse y pasar un buen rato: resultan perjudicados por la actitud repudiable de unos pocos barristas.
Es el momento de recordar que desde hace muchos años se habla de la carnetización de los hinchas y de las tecnologías de biometría en los estadios para identificar fácilmente a los que generan disturbios, pero no hay nada al respecto. La idea de vender las boletas con el nombre de quien compra y códigos QR puede ser positiva. Los clubes deben asumir con más seriedad esta responsabilidad, y desde las instituciones del Estado también cumplir su parte, para que eso disuada a los violentos de repetir estos bochornosos episodios.