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La decisión de Suecia y Finlandia de pedir la entrada a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) tiene un profundo significado para ambos países, que por décadas habían preferido mantenerse como estados neutrales frente a los conflictos en Europa. Para el mundo también tiene repercusiones significativas, por lo que puede representar en crecimiento de esa alianza militar y la capacidad de disuasión frente a Rusia.

Suecia, de hecho, no se involucra en este tipo de confrontaciones desde hace más de 200 años, cuando precisamente en una guerra con los rusos perdió el dominio de los territorios que actualmente corresponden a Finlandia, país que logró su independencia en medio de la crisis que se produjo en Moscú en medio de la Revolución Bolchevique hace más de un siglo. Los finlandeses habían actuado en la Segunda Guerra Mundial al lado de la Alemania de Hitler, pero tras el fin de ese gran conflicto habían mantenido la neutralidad.

Hoy es muy lógica y comprensible su actitud, precisamente por lo que representan los rusos en el pasado de ambos países, y por la actual invasión a Ucrania impulsada por Vladimir Putin, quien parece añorar las épocas de la Rusia imperialista. La actitud del Kremlin es evidentemente una amenaza para ambos países nórdicos, y es preferible en estos momentos ponerse del lado de los Estados Unidos y sus aliados europeos. Además, cuentan con el respaldo de los ciudadanos, quienes en encuestas por amplia mayoría respaldan ese paso, algo que nunca antes había ocurrido.

El hecho de que Ucrania no haya podido recibir todo el apoyo militar de la OTAN por no ser parte de esa alianza, las lleva a tomar medidas preventivas que les aseguren la posibilidad de aplicar el Artículo 5, que habla acerca de que la agresión a un estado miembro es consideraba como una agresión a toda la organización. Lo cierto es que Putin, quien basó su invasión en un argumento de seguridad para Rusia, buscando impedir que Ucrania llegara a la OTAN, acaba de lograr que otros dos países vecinos hagan todo lo contrario a sus deseos.

Hay que recordar que, desde 1997, prácticamente todos los países de la vieja “cortina de hierro’’, ya hacen parte de esa alianza militar: Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Eslovenia, Croacia, Montenegro, Albania, Macedonia del Norte y Bulgaria. Las manifestaciones de rechazo y advertencias desde Moscú no detendrán el objetivo de suecos y finlandeses de protegerse, aunque el escollo puede ser el líder turco Recep Tayyip Erdogan, quien critica que esos países brinden asilo a los kurdos, pueblo que él considera terrorista contra su país.

Van más de tres meses de invasión y en lugar de encontrarse un fin al conflicto, parece escalarse y hacerse más complejo. Ojalá Putin entendiera que en la medida en que se mantenga su terquedad la concreción de sus objetivos será menos probable. Su actitud irracional llevó a que la preciada neutralidad de dos de sus vecinos se terminara y que ahora jueguen en contra. No puede ser que su narcisismo arrastre al mundo hacia el caos.