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A cambio de alcanzar una tregua o de dar por terminada la invasión rusa a Ucrania, el conflicto en ese país tiende a agravarse. La ofensiva del ejército de Rusia en la región del Donbás evidencia que el presidente de ese país, Vladimir Putin no está dispuesto a dar el brazo a torcer, y que la supuesta distensión de hace unos días fue solo parte de su estrategia para tomar impulso y volver con más violencia. Desde 1943, esa región del Este ucraniano no vivía el horror por el que ha pasado en las horas recientes, el cual hace recordar tristes episodios de la Segunda Guerra Mundial.
Desde el Kremlin se lidera una nueva fase de la invasión, que completa ya 56 días, durante los cuales contrario a lo que buscaba Putin con su acción bélica, ha sufrido también fuertes reveses, como el hundimiento de su barco insignia, el Moskua, en el Mar Negro. Ante esto, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski , y sus Fuerzas Militares, acompañadas por miles de civiles oponen resistencia en toda la zona limítrofe entre los dos países, que es estratégica para Putin, como territorios que pretende anexar a su país.
Es evidente que el líder ruso, quien ostenta aires imperialistas y siente una especie de nostalgia por la vieja Unión Soviética, no se quiere retirar con las manos vacías, ante el evidente fracaso en su intento de tomar Kiev y cambiar el actual gobierno por otro que le sea obediente. La mesa de negociación, en la que se llegó a hablar de una retirada definitiva fue, al parecer, solo parte de la estrategia para reacomodarse y ejecutar otra ofensiva que conduzca a obtener para su país unos territorios que Moscú piensa que le pertenecen. Por lo visto, hará todo lo necesario para adueñarse de ellos.
Antes de esta fuerte ofensiva, los rusos se concentraron en tomarse el puerto de Mariupol, sobre el mar de Azov, donde murieron decenas de civiles y soldados durante los ataques rusos, quienes no han podido aún tomar el control ante la resistencia que los ucranianos han podido sortear haciendo uso de túneles que fueron construidos en el pasado, durante la era soviética, previendo un estado de guerra.
Mientras esto pasa, y ante la evidente amenaza de Putin hacia el resto de Europa, países limítrofes con el conflicto como Finlandia y Suecia, que se habían mantenido neutrales, parecen decididos a tomar una decisión que evitaron a mediados del siglo pasado, pero que ahora ven como una necesidad urgente: ingresar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). De darse ese paso, así como el ingreso de Ucrania a la Unión Europea, situación que podría darse ante los permanentes incumplimientos rusos de retirarse de manera pacífica, la ira de Putin podría conducir a cosas peores a las que ya hemos visto.

Es claro que el líder soviético no midió las consecuencias de su actuación irracional y que sus empecinamiento y orgullo podría terminar arrastrándolo hacia una derrota peor en el futuro. Esperemos que haya un mínimo grado de sensatez en el Kremlin y que sea posible evitar la posible utilización de armas nucleares, como lo ha dado a entender el gobierno ruso.