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Las acusaciones mutuas entre los gobiernos de Colombia y Venezuela acerca de las situaciones de inseguridad en la frontera, debido a la presencia en esas zonas de grupos armados ilegales colombianos del Eln y de las disidencias de las Farc solo ayudan a que esas organizaciones saquen ventaja y generen una mayor desestabilización. Sería absurdo y lamentable que, por no buscar opciones de operación conjunta en la frontera para golpear a esas bandas criminales, se termine dando un enfrentamiento militar entre fuerzas militares de los dos países y un agravamiento en las relaciones binacionales.

Desde el gobierno venezolano se maneja la teoría irracional de que desde Colombia se fomenta la presencia de esas organizaciones criminales en su territorio, algo que es evidentemente falso; y desde Colombia se afirma que es el gobierno de Venezuela el que alienta a esas bandas criminales a que permanezcan allí, donde reciben protección, para que luego ataquen objetivos en nuestro país. Seguramente eso es cierto, pero la mejor manera de comprobarlo y mantener la situación bajo control es buscar coordinaciones en la frontera para garantizar la seguridad en toda esa zona, y que también se le dé manejo al problema migratorio.

Las especulaciones van y vienen de manera irresponsable, y solo se contribuye a caldear los ánimos en un momento en el que Colombia debería concentrarse en otras prioridades, y buscar mejor que desde la comunidad internacional haya un mayor interés por soluciones concertadas, no militares, a los problemas generados entre los dos países. A ese camino en poco contribuye que el gobierno colombiano esté pensando en gastarse $14 billones en renovar la flota de aviones de guerra, lo que tampoco debe ser prioritario en medio de la emergencia económica y social que afrontamos.

Eso da pie para que aparezcan las afirmaciones temerarias del dirigente chavista Diosdado Cabello, en el sentido de que “habrá guerra en territorio colombiano”. No podemos caer en ese lenguaje incendiario, ya que Colombia tiene mucho más que perder que Venezuela en el escenario hipotético de la guerra. No es por el camino de las agresiones verbales como puede Colombia lograr el control de la situación y facilitar cambios en el vecino país.

Lo que debe hacerse es hallar las fórmulas, tal vez con una coordinación mediada por las Naciones Unidas, para que los ejércitos de ambos países trabajen por cerrarles los espacios a los ilegales en la zona entre Arauca (Colombia) y Apure (Venezuela). Como lo dice el excanciller colombiano Julio Londoño Paredes, podría ser la oportunidad para que la ONU finalmente envíe una comisión de investigación que no solo al lado colombiano de la frontera, como lo pide Nicolás Maduro, sino también al venezolano, desde donde se estaría apoyando desde hace mucho tiempo a grupos armados ilegales colombianos, como el de los disidentes Márquez y Santrich.

Dejar que prosperen las especulaciones sin que se avance de manera franca hacia unas acciones coordinadas en contra de un enemigo común solo perjudica a Colombia, y podría llevarnos a una escalada en el conflicto que solo conviene a los violentos, a los que quieren guerra como estrategia política