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El pasado viernes comenzó la discusión del Salario Mínimo para el 2022 en Colombia. Como es habitual, las propuestas iniciales de los trabajadores están muy lejos de las que tendrían los empresarios, quienes aún no ofrecen una cifra. Los representantes de las centrales obreras piensan que el Mínimo debe quedar en más de $1 millón para el año entrante, lo que significaría un alza cercana al 10%.
Ahora bien, pese a que la inflación terminará este año cerca del 5%, muy por encima de la meta fijada, lo que significa que durante el transcurso del año se perdió para los trabajadores el efecto del incremento de hace un año, lo cierto es que para el año entrante las proyecciones de inflación son más bajas, con tendencia a regresar a los niveles del 3%. Normalmente, las decisiones con respecto al Mínimo toman como referencia lo proyectado para el año siguiente y no lo causado, por lo que el incremento estaría muy lejos de las pretensiones de las centrales obreras.
Sin embargo, desde los empresarios, de manera independiente, se han escuchado ideas al respecto que oscilan entre el 5% y el 9%, pero lo sensato sería buscar un promedio entre la inflación de este año y la proyectada para el 2022. No cabe duda acerca de que, por medio del salario, es importante apuntar a incentivar el consumo interno con el que se le da impulso a la economía, pero debe haber mucha cordura pensando en el objetivo de no destruir empleos, y más bien establecer condiciones que permitan recuperar los puestos de trabajo perdidos durante la pandemia.
El país ha venido bajando la cifra de desempleo de manera importante y hasta recuperando cifras de la prepandemia, pero la gran cantidad de personas que han salido del mercado laboral obligan a que no nos contentemos con bajar un poco más el desempleo, sino que es fundamental establecer condiciones para que haya generación de muchos puestos de trabajo más, y en ese sentido elevar demasiado el Salario Mínimo podría tener consecuencias muy negativas.
Para el próximo 15 de diciembre se tiene la oportunidad de buscar un consenso entre empleadores y trabajadores para alcanzar un acuerdo, sin que el Gobierno Nacional tenga que intervenir para tomar una decisión unilateral nuevamente. Hay que tomar en cuenta que los empresarios ya hicieron un esfuerzo importante durante la actual emergencia sanitaria, tratando de mantener abiertas las industrias, sin afectar demasiado el empleo, y que, pese a la elevada inflación, un salario demasiado alto podría llevar a que ese indicador también se pueda hacer incontenible el año entrante.
Algunos precandidatos presidenciales, de manera populista, hablan de incrementos por encima del 10%, pero lo hacen solo pensando en el corto plazo, buscando votos para las consultas de marzo y, eventualmente, para la primera vuelta presidencial de mayo, sin pensar en lo que podría eso significar más adelante. Hay que pensar, sobre todo, en la posibilidad de generar empleo formal y no crear nuevas presiones inflacionarias que podrían perjudicar la economía de todos, y para esto se necesita una buena dosis de sensatez.