La frontera de Colombia con Venezuela se hace cada vez más difícil de controlar. La crisis generada por el gobierno de Nicolás Maduro hace que todos los días miles de habitantes del vecino país escapen en busca de un mejor destino en otro lugar del planeta. Brasil y Colombia, por ser sus vecinos directos, son los que más sufren con este proceso de desbandada en aumento, en el que según Migración Colombia hay actualmente en nuestro país cerca de 1,5 millones de venezolanos.
Sin embargo, no es solo el problema de las migraciones, sino que en la frontera ocurren situaciones que ponen en riesgo la estabilidad de la zona y agregan ingredientes a la crisis. Human Rights Watch (HRW) denunció ayer que grupos armados cometen abusos aberrantes -trata de personas, reclutamiento de niños, crímenes sexuales, asesinatos de líderes sociales y desplazamientos forzados- contra civiles colombianos y venezolanos en la convulsionada región del Catatumbo, en Norte de Santander. El Eln, remanentes del Epl y disidencias de las Farc son los responsables de estos hechos lamentables.
Lo cierto del caso es que los miles de venezolanos que huyen del régimen chavista, a veces se encuentran en Colombia con escenarios traumáticos para su sobrevivencia. Si bien el Estado colombiano hace lo que está a su alcance para atender de manera solidaria a los migrantes, la capacidad de respuesta no es suficiente, precisamente porque en muchos lugares, como el Catatumbo, los problemas son tan graves que garantizar que quienes llegan recibirán un buen trato no es fácil.
En ese sentido, es acertada la medida humanitaria de que 24 mil niños de padres venezolanos, pero nacidos en Colombia a partir del 19 de agosto del 2015, reciban la nacionalidad colombiana. Eso les permitirá acceder a servicios de salud y educación, por ejemplo, de los cuales hoy carecen como apátridas. Es parte del cumplimiento de compromisos internacionales con los derechos de los menores de edad. Además, ante los riesgos de contagio de enfermedades que hoy están superadas en nuestro país, es una buena medida de salud pública. Se calcula que hoy nacen diariamente en Colombia 16 niños de padres venezolanos que antes no tenían ninguna garantía de atención para su sano desarrollo.
Ahora bien, Colombia sola no puede cargar con el lastre de la tragedia venezolana. No solo se requiere más presión internacional para lograr un cambio democrático positivo en el vecino país, sino que lo fundamental es que la comunidad internacional dé apoyo decidido para atender a los migrantes que demandan atención en toda clase de aspectos. Como están las cosas, la ola migratoria se va a extender aún más y la capacidad de respuesta puede verse colapsada.
De nuestra parte es natural que seamos solidarios con el pueblo venezolano, más cuando fue en el pasado ese país el destino de miles de colombianos que buscaron allí un mejor futuro. La bonanza petrolera de entonces fue un atractivo especial que llevó a que muchas familias sin oportunidades de empleo en Colombia, o que fueron víctimas del conflicto armado interno, buscaran amparo en Venezuela. Por eso, hoy la xenofobia, como en cualquier otro escenario, es el camino equivocado.
Además, la historia ha demostrado que en el mediano y largo plazo los migrantes se convierten en factores positivos para el desarrollo de los países, como ha pasado en los Estados Unidos. Lo que debemos hacer en Colombia es aprovechar de manera positiva el espíritu de resiliencia que traen miles de venezolanos, quienes impulsan emprendimientos que pueden convertirse en el futuro en factores de progreso para todos.
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