Luego de casi medio siglo de fundación y tras ser ícono de la educación pública de mejor calidad en Manizales, el Inem Baldomero Sanín Cano parece abandonado a su propia suerte, porque el deterioro acumulado de años no ha encontrado quién aplique los remedios que necesita. El 25 de marzo las autoridades educativas de la ciudad tomaron la decisión de cerrarlo mientras que se logran concretar las reparaciones que requiere la planta física, las cuales podrían costar unos $10 mil millones, según cifras de la Secretaría de Educación Municipal, aunque no se conoce un sustento técnico que las respalde.
El mal estado de las redes hidrosanitarias corresponden al mayor deterioro que tiene la edificación, lo que motivó inclusive un operativo de la Unidad de Gestión del Riesgo para evacuar a 10 directivos y administrativos del colegio. Las filtraciones de agua en las paredes hace que el peligro de colapso de algunas sea real, y que sea conveniente no usar la sede mientras que no haya un cambio total de las tuberías. Ahora bien, desde hace 48 años, cuando se inauguró, no se hace un mantenimiento a fondo a la planta física y, por eso, el deterioro es general, no solo de los ductos.
Desde administraciones anteriores se habla de la urgencia de recuperar la planta física, pero todo se ha quedado en propuestas de intervención, promesas de inversiones y cero hechos concretos con respecto a dicho proyecto. Para voceros de la comunidad educativa la negligencia oficial terminará en el cierre definitivo de una institución emblemática, ubicada en uno de los mejores terrenos de la ciudad, y cuya realidad va en contravía del espíritu de una urbe que pretende proyectarse como educadora. Temen que se repita la historia de la Juan XXIII.
La cifra del costo de las reparaciones del colegio suena traída de los cabellos. Nuestra sugerencia es que se haga un diagnóstico aterrizado de lo que se necesita para que el colegio pueda seguir funcionando, y que se busquen fuentes de recursos que conduzcan a la recuperación pronta. De hecho, las ventajas que tiene ese lugar con sus amplias zonas verdes y la extensión de la edificación daría para que se sintiera allí el hervor cotidiano de los jóvenes educándose y creciendo llenos de oportunidades. La revitalización del Inem necesita, verdaderamente, ponerlo como un asunto prioritario, un proyecto de ciudad.
Durante sus casi cinco décadas de historia este colegio ha sido protagonista de la educación local y, por negligencia y abandono no puede permitirse que desaparezca, que se diluya como si su aporte no fuera valioso. Valdría la pena desarrollar una discusión pública en torno a las soluciones, con la participación de toda clase de actores con interés de aportar a las soluciones, no solo en recursos sino en ideas y propuestas para que el legado del Inem permanezca. También hay que buscar la vinculación departamental y de la Nación para estudiar alternativas que le den vigor renovado a esta importante institución.
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