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Las elecciones presidenciales tienen hoy su primera vuelta en Francia, en las que Emmanuel Macron busca ser reelegido, pero frente a las cuales vienen en ascenso fuerte las propuestas ultraderechistas de Marine Le Pen. Las encuestas muestran que el actual mandatario obtendrá la victoria, pero será necesaria la segunda vuelta en dos semanas. La presencia de otros 11 aspirantes al Palacio del Elíseo roban la posibilidad de superar el 50% más uno necesario para evitar que el 24 de abril haya nuevas votaciones.
Lo cierto del caso es que la invasión rusa a Ucrania y el desgaste del líder francés en las vías diplomáticas para la búsqueda de una solución, le han pasado factura en su país, donde un discurso que habla de debilidad europea y de posibles ataques nucleares, tratan de mostrar fracasos en lo hecho por Macron en la actual coyuntura. Lo paradójico es que las posiciones radicales de Le Pen, admiradora de Putin, ganan simpatía así ella evada referirse directamente al líder ruso en medio de las actuales circunstancias. Le han bastado sus propuestas populistas de devolver entre 150 y 200 euros a los bolsillos de los contribuyentes para ganar adeptos.
Los otros sectores de la política francesa han terminado, por un lado, acercándose a los planteamientos de Le Pen (como el caso de Eric Zemmour, quien en el pasado fue condenado por racismo y odio religioso), y por el otro en una anarquía que no les permite actuar con coherencia a los movimientos de izquierda, algunos de los cuales han simpatizado con Putin en el pasado. El ultraizquierda Jean-Luc Melenchon también se ha visto inmerso en contradicciones frente a lo ocurrido con Rusia.
En medio de esta coyuntura, Macron pretende darle un nuevo curso a la historia en el sentido de que Francia no ha reelegido a un presidente en funciones en 20 años, y el ambiente pone en riesgo su objetivo. El último en lograrlo fue Jacques Chirac en el 2002. En verdad, el riesgo es para toda Francia, en caso de vencer Le Pen.
Como Macron también ha tenido que ponerle el pecho a la inflación, que ha encarecido el costo de vida, gran cantidad de franceses podrían estar dispuestos a dar un brusco viraje en el liderazgo del gobierno. Además, hay quienes quieren cobrarle que al comienzo de su administración, en el 2018, haya creado un impuesto al diésel, situación que llevó a la protesta de los llamados chalecos amarillo, la más grave de las manifestaciones callejeras en décadas. Encuestas de IFOP sugieren que la ultraderechista podría ganar el 47% de los votos en una segunda vuelta contra Macron.

Hay desespero en los votantes, y aunque el actual mandatario es el favorito, su continuidad no está garantizada. No puede olvidarse que en el Reino Unido hace unos años ganó el Brexit, ante la incredulidad de muchos, y Francia podría estar ad portas de algo parecido. Ahora bien, si nos atenemos a la considerable ventaja que en el 2017 Macron le sacó a Le Pen, la líder de ultraderecha tampoco la tiene fácil, menos cuando el presidente ha sido cauto y ha evitado los discursos de confrontación, mostrándose más presidencial.