Pese a que es cada vez más evidente que el demócrata Joe Biden ganó la Presidencia de los Estados Unidos de manera clara, el actual huésped de la Casa Blanca, Donald Trump, insiste sin pruebas en que las elecciones fueron un fraude y empieza a ejecutar peligrosas maniobras para tratar de quedarse en el poder. Como la estrategia legal no le funcionó, porque incluso el recuento de votos en Georgia siguió favoreciendo a Biden y en Pensilvania un juez desestimó su demanda para anular millones de votos en ese Estado, ahora busca toda clase de salidas forzadas que no respetan la voluntad popular.
El camino que ahora emprende es presionar de manera indebida a los miembros republicanos de estados clave que estarán como delegados en el Colegio Electoral, para que cambien su voto y no sigan la tradición ética de respetar al ganador oficial en cada uno de los estados. En Michigan los legisladores republicanos se anticiparon este fin de semana a rechazar ese peligroso atajo, que de concretarse sería el peor golpe para la democracia de los Estados Unidos y del mundo en más de 200 años.
De acuerdo con las proyecciones, Biden obtendría 306 votos electorales, mientras que Trump se quedaría con 232. Se necesitan 270 para ser proclamado presidente el próximo 14 de diciembre en la reunión de delegados estatales en el Colegio Electoral. Pese a la claridad de los resultados, en los que el demócrata también aventaja al republicano en cerca de 5,4 millones de votos ciudadanos, el abogado personal del actual presidente, Rudy Giuliani, lidera toda una campaña de desprestigio del sistema electoral, al punto de que una de sus compañeras del equipo legal afirmó algo tan absurdo como que el fallecido líder venezolano Hugo Chávez habría manipulado el proceso.
Ya desde varios sectores del Partido Republicano, más sensatos, le vienen pidiendo a Trump que acepte la derrota y facilite una transición tranquila del poder, en lugar de seguir torpedeando con argumentos falaces los cimientos mismos de la democracia estadounidense. No obstante, Giuliani se propone seguir adelante en sus apelaciones y nuevas demandas, con el propósito de llegar rápido a la Corte Suprema, de mayoría conservadora, donde el actual mandatario buscaría lograr un resultado que le favorezca. Sin embargo, de llegar eso a ocurrir sería la peor manera de evidenciar el rompimiento de la independencia de los poderes públicos en ese país, y el peor mensaje al mundo democrático.
La arriesgada jugada de Trump, sea que le salga o no, es ya una pésima pedagogía que puede serle útil a todos aquellos en el mundo con ínfulas autoritarias que quieran perpetuarse en el poder o tratar de argumentar decisiones supuestamente democráticas, cuando en realidad son jugadas propias de dictaduras. Ojalá recapacitara y aceptara que perdió de manera legal y justa y echara para atrás sus planes de quedarse a toda costa en la Casa Blanca. No parece muy probable que así pase, y seguramente seguirá perdiendo en cada uno de sus intentos irregulares, pero ya el pésimo mensaje al mundo de atacar el corazón mismo de la democracia se habrá dado.