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La incorporación de los nuevos billetes de 200 mil, 500 mil y 1 millón de bolívares –bs- en Venezuela es solo un síntoma de la desconcertante hiperinflación que vive ese país, en donde cada vez vale menos el dinero: un kilo de harina de maíz cuesta unos 2 millones de bs. En agosto del 2018 ese país ya había hecho una reconversión monetaria con la que le quitó cinco ceros al Bolívar, cuyo billete de mayor denominación para entonces fue el de 500 bolívares soberanos, que representaba unos 9 dólares. Hoy, el nuevo billete de 1 millón representa apenas unos 50 centavos de dólar, es decir unos $1.800 colombianos.
La metáfora de la economía venezolana se cuenta sola, no hay que profundizar mucho para entender el hueco profundo en el que cayó la que fuera la más boyante y sólida de América Latina en la segunda mitad del siglo pasado. Lo cierto es que allí impera la dolarización informal (la firma Ecoanálitica calcula que el 66% de las transacciones se hacen en dólares) y la escasez de efectivo, mientras que el pueblo afronta dificultades de todo tipo en materia económica y social, bajo un régimen que se consolida a punta de trampas políticas y jurídicas que asfixian a quienes se muestran inconformes.
Al ritmo que va todo, vendrán nuevas devaluaciones que obligarán más reconversiones, ya que el costo de los productos se convierten en cifras astronómicas, casi imposibles de leer. Los billetes de más baja denominación valen más si se venden en manojo por un dólar, que si se usan para una transacción en la que hay más demora en contarlos que en consumir lo comprado. De hecho, las máquinas registradoras de los comercios se quedan obsoletas muy rápidamente porque los 100 millones de bs que puede costar el mercado de una semana ocupa mucho espacio en la caja de billetes. Además, el número de ceros en las transacciones supera la capacidad de esas tecnologías.
Venezuela parece sumida en un mundo de ficción, además porque los bancos solo entregan un máximo de 400 mil bs diarios en taquilla y los cajeros electrónicos, en su mayoría, están fuera de servicio, por lo que incluso muchos se preguntan si los billetes de 1 millón de bs sí circularán para facilitar el comercio. Tendrán que flexibilizarse algunas medidas para que esos billetes, al menos, sirvan para las vueltas. Las decisiones permanentes del gobierno de inyectar dinero sin respaldo a la economía y así cubrir el gasto público, generan un estado de surrealismo que no se sabe hasta cuándo resista.

De acuerdo con el Banco Central de Venezuela los precios en el vecino país subieron un 2.665% en el último año, y cada mes la inflación se mantiene creciente. Así, los pocos bolívares que circulan se van convirtiendo cada vez más en basura y los que están en forma digital ganan cada vez más ceros a la izquierda. En la vida cotidiana de los venezolanos pagar un pasaje de bus se convirtió en una verdadera odisea. Si se calculan las constantes devaluaciones de los últimos años el nuevo billete de 1 millón sería en realidad de unos 100 billones de bs, según analistas. Eso lo dice todo; la economía está pulverizada.