Lo que viene ocurriendo en Ecuador, donde un número indeterminado de personas muere cada día, porque el sistema de salud no pudo responder para darles atención oportuna, y con el agravante de que ahora sus familiares no pueden darles sepultura y tengan que sacar sus cadáveres a las calles, retrata el escenario crítico de los países en vías de desarrollo que se quedan excesivamente cortos en las posibilidades de atender de manera adecuada el veloz avance de la pandemia de la covid-19.
Por eso, resulta refrescante, aunque no suficiente, que el Banco Mundial haya anunciado esta semana la aprobación de un paquete financiero de emergencia de 1.900 millones de dólares para ayudar a los países miembros, por medio de una ventanilla de desembolsos rápidos. Es así como la India, podrá acceder a mil millones de estos recursos para enfrentar la crisis.
Ecuador, al lado de Argentina, Haití y Paraguay, se beneficiará con 20 millones de dólares, cada uno, lo que si bien alivia un poco la situación, es a todas luces insuficiente. La idea es llegar con esos recursos a 40 países, entre ellos Colombia, donde debemos apurar el paso para conseguir líneas financieras que nos blinden en la actual etapa de mitigación y en las que están por venir. El Banco Mundial habla de 160 mil millones de dólares para los próximos 15 meses. Ojalá que dicha suma sea suficiente para que los países más pobres no colapsen. De lo contrario podrían convertirse en cementerios como está ocurriendo en Guayaquil (Ecuador).
Es posible que con un manejo acertado de la emergencia los demás países latinoamericanos no repitan ese doloroso camino, pero la amenaza del desabastecimiento y de problemas para la seguridad alimentaria es vital en estos momentos. Además de ser despensas para los países que compran nuestros productos agrícolas, es fundamental que haya políticas consistentes para mantener bien alimentada a nuestra población, y que en instancias financieras globales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), se trabaje en la dirección de apoyar a los países que tienen menos herramientas para luchar en la actual contingencia.
Con seguridad absoluta, pese a que los países del primer mundo están sufriendo el duro embate de la pandemia, como los Estados Unidos, en el mediano y largo plazo serán seguramente los países más pobres los que tengan mayores dificultades para retomar el rumbo. Si bien será muy difícil para ellos afrontar el avance del coronavirus, lo más complejo vendrá cuando sea necesario reactivar economías devastadas, con enormes riesgo de corrupción, y con gran parte de su capital humano atemorizado aún por los efectos de la pandemia.
Para Colombia debe ser estratégico ser tenido en cuenta en estos programas globales con destino a los habitantes más vulnerables, con los que se apunte a mantener a las familias pobres bien atendidas, pero es clave lograr que en Venezuela ocurra algo similar, y así evitar que el duro impacto que la pandemia puede tener en el vecino país perjudique los logros que internamente podamos haber alcanzado.
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