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Inconcebible lo que ocurre ante los ojos de autoridades e instituciones con el fútbol en Colombia. Cada que hay ciertos partidos, en especial los llamados clásicos catalogados de riesgo en todas las ciudades por la rivalidad entre barras y seguidores de los equipos, hay alerta de desmanes que generan miedo. La situación no se circunscribe al mundo del balón, también toca la cotidianidad de ciudadanos que se ven indefensos para hacer valer sus derechos a la libre movilidad, a la vivienda digna, al descanso, a la seguridad e integridad personal.
Solamente el fin de semana en el país el saldo fue de un muerto y dos heridos por agresiones callejeras entre barristas del Cali y el América. En el clásico Medellín-Nacional hubo trifulca dentro del Atanasio Girardot, que no pasó a mayores, pero fuera del escenario se atacaron con palos y cuchillos y no se conoce reporte de heridos. En Santa Marta, en el clásico costeño Junior-Unión Magdalena, atacaron al arquero Sebastián Viera y la Policía tuvo que controlar los enfrentamientos desde las tribunas del Sierra Nevada. En Manizales, antes del partido Once Caldas-Pereira, hubo tres lesionados en riñas a la entrada de la ciudad. Habitantes de barrios cercanos a la Panamericana reportaron disturbios, robos a vehículos y daños a viviendas.
En Manizales, sin que nadie se percatara de quién lo hizo y cómo, ubicaron polvo químico debajo de las gradas de sur, donde estaba la barra del Matecaña, y a unos 80 metros, al parecer desde occidental donde encontraron cables, lo detonaron para que salieran los colores del Blanco. Una clara provocación contra los del Pereira, calificada como burla. Policía, personal de logística y hasta jugadores le pidieron calma a la enfurecida hinchada. La situación se controló, pero desde ya se teme por la réplica que puedan preparar los ofendidos con este hecho cuando el Once esté de visitante para un partido en Pereira.
¿Cómo ocurre esto dentro del Palogrande a pesar de que en el municipio se instala un Puesto de Mando Unificado con participación de instituciones y autoridades para coordinar las acciones de seguridad? Hubo 320 uniformados antes, durante y después del juego. Algo está fallando y se debe corregir con medidas radicales como hacer requisas exhaustivas a todo el que entre al estadio, hombres y mujeres, y vigilar que las barras no ingresen elementos por puntos estratégicos. También tomar medidas en la ciudad.
No puede dar miedo salir a la calle cuando esto ocurre y que la gente se siente sitiada por barristas que salen a pedir monedas por las avenidas, algunos en actitud desafiante.


El problema tiene más de fondo y es que esta violencia también toca a dirigentes deportivos. Algunos antecedentes en la ciudad son las amenazas que en el 2015 recibió el entonces director técnico Flavio Torres, que prefirió dejar el cargo e irse, o recientemente el extécnico Diego Corredor, quien fue intimidado por sus redes sociales, en un partido con el Cali, cuando una persona escribió por Twitter que echaran a Corredor o lo mataban. No puede ser. Un partido de fútbol debe volver a ser opción recreativa e impedir que siga generando heridos y muertos.