“¿Las leyes? ¡Buenas son tortas!”. Esta frase de la novela El señor presidente, de Miguel Ángel Asturias, parece ser la misma que usa el presidente de Colombia para inspirar sus decisiones. Es un exabrupto y una demostración de megalomanía el anuncio de que contra viento y marea y, sobre todo, contra el ordenamiento legal y constitucional de nuestro país, convocará por decreto la Consulta Popular, que le fue negada en el Congreso de la República. La misma que intentó presentar de nuevo, pero con vicios gravísimos de forma.
Se equivoca, señor presidente, al querer subvertir el orden constitucional. El punto en el que se encuentran las relaciones del poder político con el Gobierno es responsabilidad principalmente suya. No ha sabido llegar a consensos y en cada oportunidad maltrata con sus palabras a congresistas, a empresarios, a periodistas, a todo aquel que simplemente discrepe de sus ideas. Eso sí, para los violentos es una oferta de amor con la sola promesa de ellos, no compromiso, de futuras paces, que está probado son más contentillo que realidad, mientras se aleja la tal paz total.
Colombia es una democracia participativa, no impositiva, señor presidente. Decidir que un decreto puede ser suficiente para convocar al país a una consulta popular tiene de fondo un libreto maquiavélico. Ese decreto no aguanta análisis mínimo, será ilegal e inconstitucional. Se apega usted al sambenito de que es el pueblo el que decidirá, pero resulta que ese pueblo que lo eligió a usted también eligió a los congresistas y les dio las competencias que les corresponden. Usar el pueblo como argumento ad hominem es tan absurdo como cualquier otra falacia que usen oponentes suyos para tratar de deslegitimar su elección.
Petro tiene otros mecanismos para convocar a la ciudadanía, pero la Consulta Popular tiene unos procedimientos que deben ser acatados por quienes están en el poder, para que den ejemplo de respeto por los valores democráticos del país. Debemos recordarle al señor presidente, Gustavo Petro, que ha sido su incapacidad de lograr consensos, su ligereza para insultar, el nombramiento que ha hecho de personas indignas para ocupar los cargos como el ministro del Interior, así como sus desapariciones inexplicables, sus ineficiencias para la ejecución y su idea de imponer sus ideas por encima de lo que piensen otros son los responsables de que su Gobierno no avance. No busque el ahogado río arriba.
El respeto por la ley y la Constitución ha permitido que grupos delincuenciales como el muy exaltado por usted, M-19, señor presidente, se encuentren en la legalidad, a pesar de la impunidad de ese proceso de paz y la falta de respeto por las víctimas de los delitos cometidos por esa guerrilla. Sin embargo, el país acató la decisión porque así se hacían las cosas en ese momento y porque había un bien mayor, el anhelo de una paz. Sin embargo, resulta paradójico que sea usted, señor presidente, el que acometa el exabrupto de saltarse la vía constitucional. Luego, cuando la Corte deba pronunciarse, no salga a hacerse la víctima, que aunque es el traje que mejor luce, ya no le queda bien. No son tortas, son normas y hay que acatarlas, señor presidente.
