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Es difícil cuantificar el servicio que prestan estas organizaciones que hoy, para su subsistencia, dependen de los convenios que firmen con las administraciones municipales. Están cargadas de responsabilidades y siempre cortas de recursos. 
Una fecha clave en la historia de cualquier municipio es la de la conformación del Cuerpo de Bomberos, sobre todo en una región como la del Gran Caldas, con poblados levantados en maderas y en bahareque principalmente y que tuvieron que enfrentarse en los primeros años a las voraces llamas. Lo tenían que hacer con baldes y agua tirada por carecer de sistemas que ayudaran a apagar los incendios. Manizales es el mejor ejemplo de ello, una ciudad que había crecido a ritmos agigantados y que justamente hace un siglo atrás vio cómo su desarrollo se vio amenazado porque por poco desaparece en tres grandes conflagraciones. De ahí que la conformación de grupos organizados de bomberos fuera vista como un logro importante para el crecimiento urbanístico.
Los bomberos son instituciones que generan admiración, que reciben agradecimientos cuando actúan, que nos llenan de orgullo por su entrega hacia quienes los necesitan en momentos determinados, pero no siempre esto se ve traducido en la inversión para que presten sus servicios de la mejor manera, en capacitación suficiente o en la protección necesaria para que no arriesguen su salud más allá del riesgo natural de su trabajo. Un informe publicado por LA PATRIA da cuenta de la situación en la que se encuentra la mayoría de estas instituciones en el departamento y, desafortunadamente, el común denominador son sus padecimientos.
Es difícil cuantificar el servicio que prestan estas organizaciones que hoy, para su subsistencia, dependen de los convenios que firmen con las administraciones municipales. Están cargadas de responsabilidades y siempre cortas de recursos, lo que provoca un tira y afloje constante para llegar a una suma razonable, siempre corta, según los bomberos, y la justa dentro de sus posibilidades, según los alcaldes. Mientras tanto, las amenazas crecen en los municipios. El incendio en el parque de Bolívar de Manzanares hace apenas unas semanas que cobró la vida de una persona, el sucedido en Belalcázar el pasado lunes, donde desaparecieron dos viviendas, o el ocurrido en la semana en la Unidad de Personas Privadas de la Libertad, que también dejó una persona muerta nos muestra que la amenaza es constante.
Los bomberos, además, en los municipios son los encargados de atender casi toda emergencia, desde accidentes de tránsito, búsqueda de personas desaparecidas, rescate de cuerpos en lugares difíciles y otra innumerable cantidad de hechos, a los que acuden muchas veces sin siquiera contar con las mínimas previsiones para su seguridad o para garantizar el servicio. La profesionalización que se ha ido dando con el paso de los años para un mayor rigor técnico en la atención de las emergencias no está a la par con la dotación. Pocos han podido renovar sus equipos, no todos cuentan con un mínimo personal de planta que garantice la atención y algunos apenas se mantienen en pie, esto sin contar que varios corregimientos carecen completamente de alguna mínima presencia bomberil.

Ahorrar en prevención parece muy sensato a algunas autoridades hasta que se dan cuenta de que necesitan atender alguna emergencia o peor, recoger las muertes dejadas por estas. Por ese motivo, hay que garantizar recursos para los bomberos, encontrar los mecanismos para que funcionen de la mejor manera, no como ruedas sueltas o como mendicantes organizaciones. Hay que darles la importancia que se merecen y esto significa recursos.