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Gert Tingaard Svendsen, autor del libro Confianza, es profesor de la Universidad de Aarhus. Entrevistado por el periodista Andrés Oppenheimer para el libro ¡Cómo salir del pozo! plantea: “La confianza social es la mina de oro que podría explicar nuestros inusualmente altos niveles de riqueza y de felicidad”. Cuando dice nuestros, se refiere a los países escandinavos y, principalmente, a Dinamarca, que generalmente encabeza los rankings de países más felices del planeta. Según él, es la confianza la que permite que el contrato social funcione.
La confianza es el pegamento de cualquier sociedad, pues cuando esta se da porque las personas encontraron que es posible saber que no se roban los impuestos, que no se pierde la fe en el otro, que se devuelven las cosas que se encuentran, que se respetan los concursos para obtener un cupo de estudio o un empleo, que se premia por méritos y no por rosca, entre muchas otras posibilidades, también hay un bienestar común que se alimenta de esta misma mirada.
Cuenta el historiador Albeiro Valencia Llano en su libro La aldea, el pueblo, la ciudad, que recoge la historia de Manizales, que en esta región se imprimió moneda, como en muchas otras partes, a finales del siglo XIX, pero la particularidad que tuvo la del sur de Antioquia es que se respaldaba realmente. Si alguien llegaba con ese papel a reclamar lo suyo se le entregaba, lo que marcó en buena medida la fama de buenas pagas de los comerciantes locales, los mismos que hicieron posible la edad de oro de esta ciudad entre 1900 y 1925, más o menos.
La desconfianza se ha convertido en una característica porque, desgraciadamente, hay motivos para hacernos pensar de esa forma. Sin embargo, una buena manera de empezar a cambiar es poniendo a raya los políticos que arman todas sus estructuras a partir del clientelismo, de la amenaza de renovación del contrato bajo presión de recoger firmas, a los que superan cualquier tope de campaña, a quienes venden humo como proyectos viables, a los que para disculpar sus errores los atribuyen a otros. Dar un voto es también una muestra de confianza y ayudar en alcanzar este sueño es votar por personas igualmente confiables.
Cuando el voluntariado Estoy con Manizales pensaba la ciudad del futuro planteó cuatro valores que podrían ayudar a mejorar el compromiso de la ciudadanía y entre esos estaba la confianza, que se sumaba a la apertura, la solidaridad y el respeto. Recuperar un valor como este y hacerlo parte de la identidad sería fundamental. Y esto empieza por generar como patrimonio el respeto por la probidad. Pero la confianza misma se ha perdido desde que tenemos dirigentes que mienten con facilidad, que tratan de engañar con discursos.

¿Cómo se genera confianza? Esa es la pregunta para sociedades como las latinoamericanas, basadas en aprovecharse del otro en los negocios, donde en muchas ocasiones se favorece al incumplido, se le perdona al delincuente, se vuelve cultura la corrupción y no la de la probidad, lo que hace que suene extraordinario, lo que debería ser normal: pagar los impuestos, devolver una billetera encontrada, ayudar a una persona que se siente mal en la calle, entre otros. Cuando la ciudadanía confía en sus instituciones, cuando el Estado confía en sus gobernados y cuando todos brindamos ese mismo valor a otros lograremos que funcionen las cosas.