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Como si no fuera suficiente con la guerra de Rusia contra Ucrania, se recrudece el viejo conflicto entre Hamás, asentado en Palestina, e Israel. El fuego llegó el sábado desde la Franja de Gaza, desde donde el temido grupo terrorista siembra el terror desde hace décadas. Ese día, en un sorpresivo ataque contra territorio israelí se lanzaron por lo menos cinco mil misiles afectando a población civil e infraestructura y envió decenas de combatientes armados que lograron penetrar las fronteras. Israel en respuesta lanzó ataques aéreos y por mar que acabaron con la vida de centenares de militantes palestinos y, según informaciones allende las fronteras, también de civiles. El saldo parcial iba ayer en 1.100 muertos entre ambos bandos, miles de heridos y se calculan unas 100 personas secuestradas por los terroristas.
Lo que está en juego en esta zona del mundo son fuertes diferencias religiosas, étnicas, históricas y territoriales. Palestina no reconoce a Israel y rechaza que sea considerado un Estado. No hay razones para atentar contra la vida en ninguna religión. Los extremistas, de todos los bandos, lo que hacen es malinterpretar las escrituras. Los organismos internacionales y los líderes mundiales tienen una responsabilidad inmensa para frenar esta nueva guerra e impedir que vaya a crecer el antisemitismo.
Bruselas anunció ayer que hará una revisión urgente de su ayuda a Palestina para garantizar que ninguna financiación pueda ir “indirectamente” a actividades terroristas. 
Esto es apenas un aspecto que se debe tener en cuenta, pero es claro que un ataque de estas dimensiones requirió de capacidades que ni Palestina ni Hamás habían tenido hasta ahora y queda en veremos saber quiénes han estado detrás de esta arremetida, pues parece ser un asunto más complicado de geopolítica, de lo que parece.
También se debe exigir la liberación de rehenes que fueron capturados por Hamás; entre los que hay personas de otras nacionalidades, su único pecado fue haber estado en un país de visita. No es tiempo de justificar la violencia, aquí se tiene que ser claro en rechazar esta, y esa no fue la posición asumida por el presidente Gustavo Petro ni por el Ministerio de Relaciones Exteriores que cambió rápido su comunicado de rechazo a uno más ambiguo.
La génesis del conflicto palestino-israelí data de siglos, pero es con la Primera Guerra Mundial, cuando Reino Unido en la Declaración de Balfour prometió por primera vez un territorio a Israel. Solo al término de la Segunda Guerra Mundial se concreta esa promesa y en 1948 se declaró el Estado de Israel, pero de las fronteras de entonces nada queda, toda vez que las diferentes incursiones de quienes se declararon enemigos de Israel terminaron con ocupaciones que aún hoy permanecen y han ahondado las diferencias.

Es lamentable que tengamos que asistir a un nuevo derramamiento de sangre. Hacen bien las potencias occidentales en ponerse de parte de Israel, pero es importante ahora que gobierna ese país el ala más derechista, que pondere sus acciones para que esto no se convierta en una guerra de no retorno, como lo que está pasando hoy entre Rusia y Ucrania. Ya Hizbolla arremetió desde Líbano, es decir, el sur y también el norte amenazados. Es tiempo de obrar con sensatez.