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Primero protestaron los conductores que ofrecen servicios de transporte púbico a través de plataformas digitales. El Ministerio de Transporte se reunió con ellos y asumió compromisos para buscar las formas de permitirles integrarse de manera legal a la oferta de servicios, algo que aún no se ha logrado. Esta semana, el turno fue para los taxistas del país, quienes para ejercer su profesión, deben tener un cupo que cuesta una suma millonaria, que asume pólizas más costosas por ser servicio público, asume cargas como el pico y placa, y tiene que ofrecer una tarifa fija, entre otras desventajas. Quedó la sensación de que el Gobierno a quienes protestan les está dando contentillo.
Esa es la verdadera discusión, cómo impedir que esta desigualdad que se da en la inversión entre uno y otro se termine. Poco sentido tiene insistir en impedir que se ofrezcan servicios por plataformas. De hecho, son muchos los taxistas que las usan para su trabajo, lo que resulta una paradoja. Es una realidad con la que se tiene que convivir y claramente los usuarios las descargan por sus ventajas. La tecnología está presente y detenerla es imposible, pero sí se puede pensar en cómo lograr un equilibrio entre unos y otros. Con este sistema, lo que es hoy piratería, es posible que mañana sea la forma normal de ofrecer el servicio, como ha pasado en otros renglones de la economía.
Desde el Ministerio de Transporte se advirtió a los taxistas que si bloqueaban vías se les iba a imponer el peso de la ley. Resulta llamativo que se diga esto desde un Gobierno en cuyo seno se encuentran varios servidores hoy, que hace apenas un año atrás defendían el bloqueo como un derecho de quienes protestan contra el poder público. Cómo cambian de fácil los pareceres, según el lado de la mesa en el que se encuentre. El Gobierno se ha venido dando cuenta que gobernar requiere el ejercicio legítimo de la autoridad. Cuánto le costó a Colombia, que esas mismas personas, cuando eran oposición, no aplicaran este criterio.
El gremio de taxistas también debe ver por qué muchos colombianos están prefiriendo otros servicios al que ellos prestan. En Manizales, por ejemplo, cada vez es más difícil encontrar un taxi con bodega para cargar maletas, aumentan las quejas porque hay conductores que no van a ciertos destinos, por la mala actitud. Puede tratarse de casos aislados, pero quien presta un servicio debe hacer todo lo posible para ofrecerlo de la mejor manera, y para eso debe exigirse más, no solo en el trato con los clientes, sino también en el cuidado al frente del volante.

Como es habitual en protestas del transporte, aparece la queja por el alto costo de los insumos, principalmente de la gasolina, que se ha encarecido, y que se encarecerá más si Colombia deja de ser el productor que es. Puede ser una oportunidad para que el Gobierno promueva incentivos que conduzcan a la reconversión de uso de combustibles, pero como hemos sostenido sobre el asunto de la exploración y explotación de combustibles fósiles, mientras se da ese cambio, el país no puede hacerse el harakiri de parar desde ya, porque es encarecer aun más la gasolina.