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Las estructuras criminales que por desgracia abundan en Colombia son resultado de nuestra propia inoperancia estatal, de la falta de una institucionalidad que cope las necesidades en todo el país y de la carencia de una ética ciudadana que piense en el bien común y no en el ingreso rápido y fácil. Por eso, siguen dándose las noticias como la condena del narcotraficante y promotor de grupos delincuencias Alias Otoniel en un juzgado Federal de los Estados Unidos o la expulsión de Justicia y Paz del temido paramilitar de origen caldense Hernán Giraldo Serna.
Las dos decisiones que se conocieron esta semana, nos recuerdan lo peor de la barbarie en Colombia, pues se trata de personajes que escalaron en sus fechorías, que no tuvieron inhibidores que frenaran su violencia, que pusieron contra las cuerdas regiones enteras por su ambición y que no respetaron a las personas a las que decían ayudar; porque esa es la mentira sobre la que intentan soportar sus macabras decisiones, que es por el bien mayor, pero de esto nada, harían bien si se entregaran a la justicia sin condiciones y dispuestos a pagar por sus crímenes. Estos y los demás delincuentes que se repiten lo mismo.
En el caso de Dairo Antonio Úsuga David, alias Otoniel, que llegó a ser de los capos más peligrosos del mundo, se debe decir que acaba de ser condenado a 45 años de cárcel en los Estados Unidos por la comercialización de cocaína en ese país, donde se estima que introdujo casi 100 toneladas, pero siguen pendientes de justicia todos sus crímenes contra los colombianos. Si bien es ejemplar la condena, es una lástima que no sea mayor, porque en el país del norte es más importante la droga que entra allí, que las vidas de los colombianos que cayeron a manos de este bandido, que fue capaz de sembrar el terror en buena parte del noroccidente del país.
La Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Barranquilla decidió expulsar a Hernán Giraldo Serna de la posibilidad de ser juzgado con penas alternativas, como tantos que se beneficiaron con el proceso de paz que se promovió en tiempos de Álvaro Uribe Vélez. Esta decisión es la respuesta que se espera para quien incumple el principal de los compromisos exigidos, el de la no repetición. Giraldo Serna, quien llegó a comandar el frente Resistencia Tayrona en la zona de la Sierra Nevada de Santa Marta es un depredador sexual y sus hábitos criminales de cometer violencia sexual contra menores de edad los siguió repitiendo en la cárcel, con la complicidad característica de la guardia.


Este par de casos nos recuerdan que es mucha la tarea que queda en nuestro país y que no se puede ir haciendo la paz con cualquiera, que quien esté dispuesto a acogerse a la mano tendida del Estado, debe saber que es un sobreesfuerzo que hace la sociedad con la promesa de un futuro más pacífico. Lograrlo tiene que ser un compromiso inquebrantable. Sin embargo, la realidad es que muchos dicen que acogerán la paz, pero esperan mantener sus negocios non sanctos o, peor, seguir delinquiendo como parece que el Eln, mientras habla de paz organiza atentados contra altos funcionarios como el fiscal. Sean pues, estas decisiones judiciales, ejemplo para que algún día se cumpla la tarea disuasiva que se pretende con la aplicación del derecho penal.