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Los escenarios deberán ser los académicos y los políticos, pues hay que diseccionar cada una de las propuestas con argumentos. 
Después de meses de expectativa, de desconfianzas del sector y de anuncios poco claros del Gobierno, al fin se conoce la reforma a la salud. El propio presidente, Gustavo Petro, radicó el proyecto en el Congreso. Empieza una tarea ardua de estudiar con precisión el articulado y de debates que ayuden a mejorar la propuesta. Es importante que si no se tuvieron en cuenta las recomendaciones de expertos, como el mismo exministro de Salud Alejandro Gaviria, hoy en este Gobierno, pues sí se tenga mente abierta para escuchar a todos los conocedores e interesados para que se dé la mejor reforma posible y aceptar con humildad que no necesariamente todo lo propuesto es positivo.
El proyecto se fundamenta en un principio básico, la universalidad, y en una propuesta fundamental, un sistema preventivo y predictivo. No obstante, si miramos las normas que hoy gobiernan el sistema, el enunciado no se diferencia mucho de lo que existe, donde todo colombiano debe ser atendido sin distingo, y desde el origen mismo de la Ley se promueve la prevención, a cargo de las EPS. La cruda realidad es que sabemos que el papel puede con todo, por eso lo difícil siempre es lograr que lo planeado funcione como se piensa. No llenar las expectativas pasa por la falta de financiación suficiente y por los problemas generados por el personal en cada nivel.
La territorialización es una novedad del proyecto de 152 artículos, un sistema que atienda a toda la familia sin distinciones y para ello se crearán Centros de Atención Primaria, cada uno para 25 mil usuarios. Se había explicado antes que serían una especie de hospitales de nivel básico, más que unos puestos de salud con un equipo permanente de base. Este esquema se ha probado en otros países con resultados diversos, porque al final todo pasa por la oferta de servicios y por la atención oportuna. Independiente de la forma. La cobertura eficiente y suficiente es una necesidad del sistema, pero también se sabe que conseguirlo es costoso.
Se debe confiar en que el Congreso estudiará el proyecto en profundidad. Lástima que no se le haya dado trámite de Ley Estatutaria, al tratarse de un cambio estructural del régimen de salud. Se requieren ajustes, no reinventarse. Está bien que no desaparezcan las EPS, pero debe quedar clara en la nueva normatividad su capacidad y sus funciones y hacerlas cumplir.
No está claro de dónde saldrán los recursos para un sistema manejado por lo público, además de los aportes que ya hacen trabajadores y empresarios al sistema. En este Gobierno que anuncia tanto gasto público es necesario resolver esa inquietud, para que no se entre en un tren de gastos sin previsión presupuestal. En otros gobiernos sociales, donde se ha hecho, tocaron fondo por no revisar esta situación. Es una lástima que no se haya aprovechado para terminar con los regímenes de salud especiales, que favorecen a unos pocos, con el mismo presupuesto público, el de todos.

El debate apenas se inicia. Los escenarios deberán ser los académicos y los políticos, pues hay que diseccionar cada propuesta con argumentos. Seguramente hablaremos mucho más de lo que esperamos sea un debate dialéctico para aportar elementos de juicio al análisis, con el pensamiento puesto en un buen servicio para todos, por supuesto, pero también en la responsabilidad presupuestal para el futuro del país.