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No es mera metáfora que al límite entre Colombia y Panamá se le llame Tapón del Darién. A quienes mejor les va atravesando esa selva, en la que no solo la naturaleza, sino también grupos criminales actúan como mortales enemigos, les toma una semana completa atravesar la frontera, pasando toda clase de obstáculos, entre los que se cuentan precipicios en las montañas, ríos caudalosos y lagos de fango, entre otros, como lo narran quienes pasaron con vida ese lugar.

LA PATRIA presentó esta semana en dos entregas los relatos del venezolano Yermaín, de 35 años, quien ya está en los Estados Unidos, pero que le cuenta a su amiga Yeraldín, también venezolana pero residente en Colombia, acerca de lo que significa atreverse a cruzar ese tapón natural en el que tantos migrantes del mundo, no solo latinoamericanos, han perdido la vida en busca de cumplir el sueño de llegar a Norteamérica en busca de un mejor futuro. “Esto no se lo recomiendo a nadie”, expresa él.

Como se lee en nuestro informe, escrito por el periodista Óscar Veiman Mejía, esa es un infierno verde que se convierte, en realidad, en una aventura suicida que es cada vez más usada por miles de personas que llegan hasta la zona de Urabá, en Colombia y se concentran en el municipio de Necoclí (Antioquia) o Capurganá, en Acandí (Chocó), donde mafias dedicadas al tráfico de personas les arrebatan lo poco que lleva encima con la promesa de ayudarlos a cruzar la selva, y muchas veces las mujeres terminan violadas o asesinadas, igual que muchos hombres.

En los años recientes la mayor parte de quienes toman ese peligroso camino son de nacionalidad venezolana, quienes después de dar un respiro en Panamá tras haber sobrevivido al Darién, se tienen que enfrentar a toda clase de vejámenes en su paso por Centroamérica, principalmente en Nicaragua, Guatemala y México. En muchas ocasiones, cuando logran llegar a la frontera con los Estados Unidos, allí se encuentran con la imposibilidad de ingresar, lo que significa haber expuesto de mil formas la vida para no lograr su objetivo.

Para los venezolanos, hasta hace poco había cierta apertura en los Estados Unidos y, en algunos lugares se les ofrece un refugio, pero recientemente, por presiones políticas, se les ha ido impidiendo el paso, e incluso se anuncia que ahora serán devueltos. Su aventura, casi siempre, se convierte en una tragedia. La Organización Internacional de Migraciones (OIM) calcula que solo en el 2022 unas 200 mil personas habrán pasado el Darién, la gran mayoría venezolanos, pero es una cifra muy inferior la que ha logrado ingresar a territorio estadounidense.

Sin embargo, llegar al país norteamericano no es la solución a sus problemas, sino que incluso los hace estrellar con la realidad de que el llamado sueño americano con frecuencia se convierte en una pesadilla en la que desde estados, generalmente, republicanos, son enviados a otros con mayorías demócratas, y en medio de las tensiones por las elecciones para renovar el Congreso, que se aproximan, la vida de estos migrantes se hace más compleja aún, y sin las posibilidades prontas de un mejor futuro.