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En medio de esta relación deteriorada los que han tenido que asumir las consecuencias son los cultivadores, capoteando como han podido serias dificultades. 
No son buenos tiempos para los cafeteros en Colombia y hoy lidian con muchas vicisitudes, contrario a las épocas de abundancia y prosperidad que han compartido con el país a través de la ejecución de obras e infraestructura y programas sociales para el campo. No se conoce en la historia del gremio que desde el Gobierno nacional haya una marcada resistencia a sostener una relación armónica que les permita a las partes sentarse a dialogar para exponer sus realidades y propuestas, formular políticas que beneficien a toda la línea de producción y buscar soluciones consensuadas. Llegó lo que más temían los cafeteros, que la política permeara el sector.
Son varios los síntomas. El presidente, Gustavo Petro Urrego, le pidió en diciembre la renuncia al entonces gerente de la Federación Nacional de Cafeteros, Roberto Vélez Vallejo, que salió a pesar de su trayectoria de siete años y buenos resultados. En abril, Petro acusó que el gremio no lo había escuchado y había escogido a un gerente que se le opusiera. La molestia fue por la designación unánime del huilense Germán Bahamón Jaramillo, proceso que había pedido aplazar para después de la posesión de su ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla González. Luego advirtió que tomaría el control del Fondo Nacional del Café, dineros públicos destinados a facilitar la comercialización del grano, y que por delegación ha manejado la Federacafé durante décadas vía contrato con el Gobierno.
Vuelve a equivocarse el presidente al querer inmiscuirse en decisiones autónomas, esta vez de una institución como la cafetera que tiene a cuestas 96 años de historia y de trabajo dentro y fuera del país, goza de independencia y reconocimiento entre los agricultores. Ya había ocurrido este año con asuntos de la Rama Judicial, que le dejó claro al Gobierno aquello de la separación de poderes que existe en Colombia. Por eso desde otras orillas piden a los cafeteros y a esa institucionalidad pararse en la raya y exigir respeto, así lo han planteado Dignidad Agropecuaria y Cafetera y exministros de Hacienda como Juan Camilo Restrepo Gómez.
En medio de esta relación deteriorada los que han tenido que asumir las consecuencias son los cultivadores, capoteando como han podido serias dificultades. Hay un descenso de los precios del café que les representa trabajar a pérdida, la producción del grano ha disminuido y han aumentado las importaciones de café para el consumo interno. También existen temores de que se esté comprando en el exterior cafés de bajísima calidad, que terminan mezclados con el producto colombiano que se exporta y pone en riesgo la calidad y la imagen de nuestro grano con la consecuente pérdida de recursos. Unido todo eso a un extraño modo de gerenciar de Bahamón, en el que no se pronuncia en defensa de la caficultura y prefiere quedarse callado.

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Estaba programado para el miércoles un Comité Nacional de Cafeteros en el que tiene representación el Gobierno con sus ministros de Hacienda, Agricultura y Comercio y el director Nacional de Planeación, pero el minhacienda se excusó por escrito de no poder asistir y pidió que se aplazara para el 16 de agosto, cuando ya tendría listo un informe para el sector. Aunque en el documento reitera el compromiso de trabajar conjuntamente por las 546 familias cafeteras del país, 225 delegados de los 15 comités departamentales se quedaron esperando este encuentro. Así, es muy difícil fortalecer la economía cafetera como lo promulgan instituciones y Estado.