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Ha trascendido que los delegados del Gobierno Nacional y del Eln a la reunión extraordinaria en Caracas, previa al segundo ciclo de conversaciones de paz con esa guerrilla, han dado por superada la innegable crisis que se generó en esos diálogos por cuenta de los malos entendidos hechos evidentes tras la equívoca declaración pública del presidente Gustavo Petro acerca de un supuesto acuerdo de cese bilateral del fuego, el cual fue desmentido por los elenos. 
Sin embargo, el país sigue pendiente de la que sería una declaración conjunta, como debe ser siempre, en la que las partes señalen aquellos puntos comunes y avances que no terminen siendo solo propuestas sin discutir a fondo. Se espera que el proceso se encauce de tal manera que se eviten nuevas situaciones en las que haya improvisación e imprudencia, que pueden ser fatales. 
Si realmente se quiere avanzar hacia una paz total y duradera no puede volverse a caer en estos errores, que se convierten en verdaderos torpedos en contra de los objetivos de la conversación misma. Debería, incluso, retomarse aquel concepto que fue exitoso en la negociación que se realizó con las Farc hace ya cerca de siete años, en la que se mantuvo mucha discreción en los anuncios, los cuales siempre eran conjuntos, y donde además se señalaban que nada estaba acordado hasta que todo estuviese acordado, lo que obligaba a que, de verdad, se tuviera que seguir avanzando cada vez.
Superado este impasse, vendrá ahora el segundo ciclo a realizarse a partir de febrero en México, en el que deben tratarse temas que conduzcan a que los secuestrados por esa organización subversiva sean liberados, a que se garantice que no habrá más reclutamiento de niños y a que se busque la unidad de criterio entre los distintos frentes armados de esa guerrilla, labor que resulta muy difícil, ciertamente, a la luz de lo que ha sido el funcionamiento tradicional de ese grupo.
El sigilo en los diálogos es un insumo fundamental en estos momentos, pero tampoco permitiendo que las conversaciones se enfrasquen en temas que se vuelvan eternos. Por el contrario, es fundamental que haya una agenda clara, con cronogramas definidos y con una metodología que permita avanzar sin perder tiempo valioso. Se han generado muchas expectativas y el gobierno no puede quedarse corto ante el desafío de buscar el fin, por fin, del conflicto armado.


Hoy, el clamor de cerca de 250 organizaciones sociales, líderes comunitarios, víctimas del conflicto, analistas, investigadores, dirigentes políticos y líderes religiosos, entre otros actores, que en carta abierta le pidieron al Eln un cese al fuego como gesto de buena voluntad, debe ser atendido. También esa guerrilla debería comenzar a mostrar voluntad de paz abandonando el narcotráfico, la minería ilegal y demás actuaciones que afectan a la sociedad civil. Mientras tanto, el gobierno tiene la responsabilidad de la sensatez y de tomar como base de las negociaciones lo ya acordado con las Farc, un proceso con lunares, sin duda, pero que alcanzó el objetivo de desmovilizar a la mayoría de los rebeldes.