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Son tensas hoy las relaciones entre Colombia y Guatemala, por cuenta de la determinación del actual fiscal contra de la impunidad de ese país de anunciar una investigación en contra de Iván Velásquez, actual ministro de Defensa de Colombia, y la respuesta acalorada y por fuera de las vías diplomáticas del presidente, Gustavo Petro. A Velásquez se le acusa de, supuestamente, haber hecho movimientos anómalos en negociaciones que se hicieron en 2017 con la multinacional Odebrecht, cuando él se desempeñaba en ese país centroamericano como investigador de corrupción para las Naciones Unidas. Petro salió a defenderlo por Twitter y a advertir que las relaciones entre los dos países se perjudicarían mucho si hay alguna acción en contra de su ministro.
Es natural que el mandatario colombiano, en una coyuntura como esta, defienda a su subalterno, a quien considera una persona transparente y enemiga de los corruptos, pero es absolutamente equivocado que un tema tan delicado como este, que debería usar las vías diplomáticas para aclarar la situación, sea asumido de manera ligera, con la cabeza caliente y sin el uso de los canales que existen para tratar este tipo de hechos.
La imagen que se tiene de Velásquez y de su trabajo en Guatemala es bastante positiva, e incluso hay evidencias de que le tocó salir de ese país ante el riesgo que corría su vida, debido a que se convirtió en el perseguidor número uno de los corruptos allí, lo que le granjeó muchos enemigos. No puede descartarse que este episodio corresponda a una retaliación en su contra, tomando en cuenta, además, quien es el Fiscal que lo acusa, pero el Gobierno Nacional no puede darle un manejo tan impulsivo a un asunto tan delicado. 
De hecho, la respuesta del presidente guatemalteco, Alejandro Giammattei, no se hizo esperar y aprovechó la oportunidad que le brindó Petro para llamarlo a la cordura y a recordarle su pasado guerrillero. En un momento en el que apenas se anuncia una investigación, que se hace dentro del marco legal, tampoco es pertinente reaccionar con el llamado a consultas de la embajadora. La cabeza fría es la mejor consejera en estos casos.
En lugar de alterarse, actuar con tranquilidad puede llevar al éxito diplomático ante algo así, más si se toma en cuenta la reacción del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que rechazó que un funcionario que está en su lista de políticos corruptos, y que hoy actúa como Fiscal, quiera sancionar a quien luchó contra la corrupción en ese país centroamericano. Lo dicho por los estadounidenses implica un respaldo innegable a Colombia en este punto, y debería aprovecharse actuando con mesura. Un asunto como este debería tratarse de gobierno a gobierno en el marco del respeto mutuo, tal vez con una intermediación internacional, y sin decisiones apresuradas, que solo alejan la posibilidad de solución.


Evidentemente, el actual ejecutivo guatemalteco tiene serios señalamientos de grave corrupción, y no es fácil tener relaciones cordiales en ese contexto, pero lo peor que puede hacerse es entablar una pelea callejera que puede escalar y complicarse. Si el ministro Velásquez no tiene nada qué temer alrededor de los señalamientos que se le hacen, simplemente debería continuar con su trabajo, sin preocuparse. Al mismo tiempo, Petro debería dejar de gobernar por Twitter y emitir conceptos con mayor prudencia.