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Manizales tiene una deuda grande desde hace décadas con su Galería y plaza de mercado. Los múltiples problemas físicos y sociales que allí circundan han sido engendrados en su mayoría por la laxitud y el relajamiento gubernamental para tomar decisiones de fondo, aplicar medidas que los resuelvan y hacer inversiones reales. Este espacio, a cuatro cuadras de la Plaza de Bolívar, cumple en diciembre 72 años. Se construyó como parte de la celebración del Centenario de la capital junto con la Plaza de Toros y el Palacio de Bellas Artes, siendo alcalde Fernando Londoño Londoño. Se inauguró en diciembre de 1951.
Siempre ha sido polo económico. Conocida en la ciudad la frase de que allí se mueve más dinero que en un banco, por eso no se entiende que sea un área tan olvidada por las administraciones. Su infraestructura la constituye un pabellón central llamado de carnes, otros tres alrededor y se dejó un área disponible que nunca se construyó, pero por la permisividad terminó urbanizándose y formalizándose. Esta zona ha figurado en los planes de muchos alcaldes para convertirla en expansión futura levantando otro edificio, pero hacerlo ahora sería difícil, no solo por los costos, sino por lo que implicaría volver a disponer del espacio ya ocupado.
Otra dificultad sin resolver allí es la desbordada ocupación del espacio público en el exterior de los pabellones. Se trata de ventas informales, en algunos casos promovidas desde los comerciantes formales como punto de venta. Ni la instalación de 194 módulos metálicos por iniciativa del exalcalde José Octavio Cardona en un plan de reordenamiento, ha servido. Aunque están ocupados, terminaron con el fallo de un juez para retirarlos en un plazo de cuatro años, que se vence en junio del año entrante; además de ordenar la recuperación del espacio público y la reubicación de los informales. Fuera de los módulos, puestos de todos los tamaños se explayan a lo ancho y largo de las calles sin control, reduciendo ostensiblemente el área para que circulen peatones y vehículos. Aunque allí se han tenido años de mayor complejidad en la movilidad, siguen existiendo serias dificultades y hay escasa presencia de agentes y policías de tránsito.
LA PATRIA publicó esta semana un informe en el que locatarios manifestaron su descontento porque una anunciada ejecución de obras para solucionar el deterioro del pabellón central se convirtió en promesa incumplida. El 11 de noviembre del año pasado, en una sesión descentralizada del Concejo Municipal desde esa zona, Infimanizales presentó el proyecto de mejoramiento y adecuación en el que invertiría $1.604 millones. Sin embargo, el gerente de la entidad, Alejandro Arango, dijo ahora que por el tipo de material en que está construida la cubierta se requeriría desocupar el pabellón y por eso no harán lo prometido, aunque invertirán los recursos en otras necesidades como el mantenimiento de la fachada.


La de Carlos Mario Marín será otra Alcaldía que terminará sin responderle como se debe a una importante zona de la ciudad. Se han dejado de intervenir allí problemas sociales como el elevado consumo de sustancias psicoactivas y el hecho asociado de la alta presencia de habitantes de calle en los alrededores de la Galería, que en medio de la ausencia de controles y de políticas municipales perjudican la seguridad. La Administración que venga para el periodo 2024-2027 tendrá que ponerle orden, si no quiere que estas complicadas situaciones se salgan de manejo y detonen otros problemas mucho más graves.