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El sinsentido de la guerra se sigue manifestando en la invasión de Rusia a Ucrania, que mañana completa 1 año y 4 meses de enfrentamientos y muerte de unos 8 mil civiles. Aunque a Colombia lo distancian 10 mil 762 kilómetros, la situación de este país europeo debe estar en las agendas políticas del mundo entero. El 6 de junio una explosión interna destruyó la presa de Nova Kajovka, área en el sur de Ucrania y que controla Rusia. Almacenaba 80 mil toneladas de agua y calculan que inundó por lo menos 600 kilómetros cuadrados. El impacto ecológico lo tasan en unos 1.200 millones de euros.
Kiev atribuyó el hecho como acto terrorista de Rusia, que dejó a 1 millón de personas sin agua potable y 20 mil animales muertos, entre los que hubo especies endémicas que solo viven en el sur de Ucrania y es posible, según autoridades ambientales, que el mundo haya perdido los últimos ejemplares de estas variedades. El desastre ha ido tomando características de catástrofe ambiental, porque además de impedir que la población pueda contar con agua potable y se afecte su salud, muchos cultivos quedaron bajo el agua y comienza a frenarse el suministro de alimentos; serán terrenos donde pasarán años sin poder volver a sembrar.
El volumen de agua liberada también arrasó barricadas de minas rusas, que están explotando de forma descontrolada y flotan en el río Dniéper sobre el que fue construida la planta hace 70 años. Estas minas las puede comenzar a diseminar el agua por el Mar Negro y llegar incluso a las playas, con el consecuente riesgo para la población y las embarcaciones. Según han dicho ambientalistas y autoridades ucranianas frente a todo este desastre de la inundación, se desatará una contaminación que llegará a la Unión Europea, Estados Unidos e incluso a Rusia, a la que se le devolvería como bumerán su estrategia ofensiva, de ser cierto que fue responsable de este ecocidio, como lo han llamado. Estiman que durante esta guerra, los rusos han bombardeado, contaminado y quemado la tercera parte de las áreas naturales protegidas de Ucrania.
En medio de toda esta devastación, que tendrá consecuencias graves a largo plazo, es difícil creer la versión de Rusia que culpa del ataque a la presa a los bombardeos ucranianos, iniciados como respuesta a la invasión. El Kremlin afirmó que en Jersón, que es territorio ocupado en un tercio por las tropas rusas, hay problemas de logística y seguridad en las áreas inundadas y por ello rechaza el acceso de delegados de la ONU. La organización ha pedido a Rusia ingreso a la zona para poder llevar ayuda humanitaria a los afectados, como lo señala el derecho internacional, pero Moscú se sigue negando.


El Banco Mundial, en uno de sus informes, dice que reconstruir Ucrania llevaría una década y costaría 411 mil millones de dólares, esto a valores de marzo. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, pidió ayuda al Banco para evaluar los daños y lanzó el miércoles en la 53 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), que se realizó en Washington, la invitación a los 35 países que la conforman para que asistan a una cumbre internacional que quiere realizar en julio con el ánimo de lograr la paz en su país. Una decisión acertada, pues parar esta guerra requiere de un esfuerzo colectivo.