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El Once Caldas llegó a la marca de siete campeonatos consecutivos sin lograr el paso a los cuadrangulares finales del campeonato profesional de fútbol. Durante ese tiempo han pasado varios técnicos y cientos de jugadores que han venido con la misión de avanzar hacia instancias finales, pero sus actuaciones han sido inferiores a las expectativas de la hinchada, y todos se ha ido en medio de silbidos y del rechazo de una afición que quiere resultados pero que también gusta del buen juego.
Como lo señaló un informe publicado en este diario el pasado miércoles, se han cometido varios pecados que han conducido, necesariamente, a la eliminación. Para esta última ocasión el cambio que se dio en el plantel de jugadores, donde se sacrificó la juventud para enfatizar en la experiencia, no dio los frutos esperados. La escogencia, al parecer, falló, al punto de traer refuerzos extranjeros que no se requerían o que se dejaron en la banca. Pero, algo que marcó el actual campeonato fue el juego insípido del equipo y las salidas en falso del técnico, Diego Corredor, para justificarlo.
Ahora bien, entre los analistas parece haber consenso en el sentido de que el desconocimiento de los dirigentes y su poco interés por escuchar a los aficionados los han llevado a tener esta secuencia de fracaso en lo deportivo, así el manejo administrativo y económico del club arroje resultados positivos. Resulta evidente que su gran interés es que se formen aquí algunos jugadores a los que puedan negociar luego por sumas de dinero que mejore los balances en su contabilidad, así no se alcancen las metas de jugar finales o poder disputar torneos internacionales, como ocurrió en tantas ocasiones durante la primera década de este siglo. 
Lo que hemos visto es que solo por falta de un gol o por un punto, el equipo se ha tenido que resignar a la eliminación, y aunque parece que fuera poco lo que falta para superar esa barrera, la realidad es que se necesitan cambios de fondo y retomar parte de las enseñanzas que nos dejó la conformación del club exitoso de hace 20 años, donde los dirigentes estaban convencidos de la importancia de sintonizar con la afición, de vibrar por el equipo y de tener un técnico y una plantilla de jugadores con la mística y entrega necesaria para jugar bien, con talento, y ganar. Hoy estamos muy lejos de eso.
Al día de hoy se hace necesaria la llegada de un técnico que venga con la intención de conformar un buen plantel y entender a la afición. Un estratega que quiera hacer la diferencia en el fútbol profesional colombiano y que no se resigne a repetir esquemas desgastados y aburridos, con los que se ha nivelado por lo bajo el fútbol de nuestro país. Un técnico que esté dispuesto a poner en primer plano los objetivos deportivos más que los intereses económicos de los propietarios del club. Sin embargo, para que ello ocurra, los dueños del equipo tienen que convencerse de que pueden pensar en grande y no solo quedarse con la coyuntura de las ganancias inmediatas.

Los seguidores del blanco esperan que para el primer semestre del 2023 se haya dado un vuelco en el equipo y que los dirigentes hayan aprendido, por fin, que las fórmulas aplicadas hasta ahora son insuficientes para ser exitosos deportivamente, y que tienen que arriesgar un poco más. Deben entender que un equipo como el Once Caldas se debe a su afición, que ese es el verdadero motor del club y hay que respetarla, y que es fundamental que, por fin, arranque un proceso que nos lleve a recuperar la gloria.