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Para que un proceso de paz pueda salir adelante y recibir el respaldo de la mayoría de los colombianos se requiere mucha coherencia de sus protagonistas. De lo contrario, cuando hay contradicciones, se generan desconfianzas e incredulidad y las posibilidades de fracaso en las negociaciones se incrementan. No puede ocurrir que, tras enviar un mensaje de supuesta voluntad de paz, con la liberación de 20 secuestrados la semana pasada, el Eln venga un paro armado como el del Chocó en los días recientes, y al mismo tiempo el anuncio de un cese el fuego unilateral de 9 días por época navideña.
Tal panorama de contradicciones pone nuevos obstáculos al ya difícil camino hacia lo que el actual gobierno de Gustavo Petro ha llamado la Paz Total y les da la razón a quienes se oponen a que se le dé la oportunidad a esa guerrilla de buscar la desmovilización y abandono de las armas a través del diálogo. Lo que debería pasar es que los miembros de ese grupo armado ilegal, así como los de otros que han recibido la oferta de avanzar hacia la paz, por el camino del sometimiento a la justicia a cambio de algunos beneficios judiciales, demuestren con actos que tienen real voluntad de paz.
Voceros de los elenos aseguran que ya fue levantado el paro armado en territorio chocoano, pero lo que se les pide es que no sigan aterrorizando a la población civil con ese tipo de amenazas, que debieron haber desaparecido desde el mismo momento en que dijeron estar resueltos a regresar a la mesa de negociaciones, la cual ya tuvo su primera jornada en Venezuela y que a partir de enero del año entrante se instalará en México. Es absurdo lanzar discursos de paz y acciones de guerra, de manera simultánea. Lo que se requiere son múltiples actos pacíficos y bien intencionados.
Los colombianos esperan que el descenso de la violencia que ejerce este grupo no sea un asunto momentáneo y pasajero, sino que sea una realidad permanente. Más que una tregua navideña lo que se espera es que cese totalmente la violencia en adelante, así como los demás delitos que cometen día a día y que afectan principalmente a la población civil. El Eln, si realmente quiere abandonar la lucha armada y ganar un espacio de participación política, debe apurarse a lograr un acuerdo parecido al que firmaron las Farc hace 6 años.
Adicionalmente, el gobierno de Petro debe tener claro que hasta el momento parece haber una aprobación a la negociación de paz, pese a las incertidumbres, pero que la paciencia puede agotarse si no hay evidencias de voluntad sincera, y que el camino que debe seguir es ejercer más presión, no solo al Eln sino a todas las estructuras criminales a las que les pretende dar la oportunidad de desmovilizarse o someterse, porque si la respuesta a la oferta de paz es más violencia, como lo estamos viendo, las Fuerzas Militares tienen que actuar con contundencia en busca de debilitar esas organizaciones delictivas.

También hay que mantener firme la lucha contra el narcotráfico, con el apoyo de los Estados Unidos, país que se ha mostrado abierto a repensar la política de persecución de narcotraficantes que ha resultado fracasada tras varias décadas de aplicación. Es pertinente buscar otras fórmulas, como lo ha planteado el actual gobierno, pero esa debe ser una estrategia integral, producto de acuerdos con países consumidores, como los Estados Unidos.