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La reforma a la salud en Colombia, de la que se viene hablando desde que asumió Gustavo Petro como presidente en agosto del año pasado, todavía no se conoce en su texto definitivo, aunque han circulado distintas versiones alrededor de los cambios que el Gobierno nacional estaría interesado en introducir al sistema de salud que, si bien tiene problemas, no es tan malo como se le ha querido presentar, al considerar aspectos de cobertura y calidad, en comparación con lo que ocurre en otros países, incluso con mejores indicadores económicos que Colombia.
Se sabe que esta semana quedará radicado el proyecto en el Congreso de la República para su discusión, en el que habría algunos aspectos positivos y ambiciosos, pero que también contendría cambios que podrían significar un retroceso, al volver a un sistema con muchas similitudes a las del viejo y corrupto seguro social, que fue liquidado acosado por múltiples fallas que no deben repetirse de ninguna manera.
Si es cierto que se trabajaría mucho más en prevención y promoción de la salud ese sería un acierto, ya que los altos costos de atención ocurren cuando la medicina se enfoca en solo facturar en un sistema enfocado en la curación, muchas veces con costosos procedimientos que pudieron evitarse con una mejor orientación a los usuarios acerca de la manera de evitar la enfermedad. Mejorar la atención primaria y llegar a las zonas más alejadas con un servicio de salud de calidad es una buena iniciativa.
También es verdad que las condiciones del personal de salud han desmejorado con el tiempo y es importante que el personal de salud, vital para un país, goce de mejores remuneraciones. No obstante, tampoco pueden fomentarse los desequilibrios exagerados con otras profesiones clave para el desarrollo y bienestar de una sociedad. Que se pretenda construir un sistema más transparente, en el que la información de lo que se hace con los recursos esté al alcance de los ciudadanos y que además cada vez fomente más las investigaciones científicas en ámbitos de la salud también parece ser una buena orientación.
Ahora bien, acabar con las Empresas Prestadoras de Salud (EPS) podría ser un error costoso con el que se debe tener cuidado. Es cierto que hay allí cosas por corregir, sobre todo para ponerle fin a la acumulación de deudas de esas empresas con las clínicas y hospitales, pero eso no significa que su papel pueda ser positivo y edificante en el sistema. Lo que se necesita es darles la misión que ayude a mejorar aún más el sistema y lograr un mayor equilibrio en el manejo de los recursos.

Sería una equivocación garrafal, en aras de cambiar el sistema de aseguramiento, entregarles a los políticos la manera de desangrarlo y de echar por la borda los innegables avances logrados en las tres últimas décadas. Poner sobre los hombros de la red pública todo el peso de atender adecuadamente a los colombianos es algo que podría conducir al colapso, y con la salud de todos no puede jugarse. Se requiere un manejo muy responsable, y sería muy importante garantizar que haya una discusión amplia en la que todas las voces sean escuchadas, antes de llevar un texto al pupitrazo.