La semana empezó con el regreso del presidente Gustavo Petro después de su visita a Japón, la que no ha dado para muchas noticias, más que la idea de que la lechona remplazará los recursos que el país ha dejado de recibir por exploración de petróleo y gas, lo que debe ser visto como lo que es, un mal chiste o si acaso un meme. Y es una lástima, porque es obvio que Colombia tiene que acelerar sus alianzas comerciales con Asia. Colombia sigue mirando al Atlántico mientras el mundo gira hacia el Pacífico. En un país que se resiste a pensarse como potencia bioceánica, urge convencerse de que el desarrollo no vendrá solo por tratados, sino por una estrategia seria de integración con Asia. El Pacífico es más que Buenaventura, es una puerta que aún no sabemos abrir. Y eso que lo estamos intentando desde la Presidencia de Virgilio Barco.
A su regreso al país, el mandatario volvió al libreto que conocemos: cambios de ministros sin explicación, discursos cada vez más radicales, descalificaciones a opositores y ataques al periodismo. La narrativa del Gobierno se repite. Se niega a aprender de sus propios errores, con lo que deja claro que estos 10 meses que le restan de mandato serán más de los mismos, una reiteración y no una rectificación. La andanada contra la carta del Parlamento Europeo es una ratificación de ello.
Si por Colombo llueve, en el mundo no escampa. Esta semana vimos el ataque de Israel en Catar, la orden de evacuación en Ciudad de Gaza, el bombardeo a la sede del Gobierno en Ucrania, el sobrevuelo de drones rusos en Polonia, el asesinato de un activista pro-Trump en EE. UU. y la condena ejemplar contra Jair Bolsonaro en Brasil. El tablero global se agita, y Colombia no se ayuda al insistir en meterse en el pleito entre Venezuela y la potencia norteamericana.
Mientras tanto, en Caldas, el debate por la concesión de la doble calzada Manizales–Pereira–Armenia y por el futuro propuesto por IP Conexión Centro se convierte en terreno fértil para el populismo. Los aliados del congresista Osorio y sectores del petrismo insisten en entregarla al Invías, como si no supiéramos —por experiencia— la diferencia entre las vías administradas por unos y otros. No podemos ser tan ingenuos. El debate se debe centrar en cómo administrar la concesión en el futuro, en la reducción de peajes y en que haya topes a las ganancias de los concesionarios, pero no en estatizar, porque ese es el peor de los escenarios en un país que requiere mejorar sus vías.
La semana cerró en nuestro país con un anuncio que sacudió el ajedrez político: Álvaro Uribe quiere volver al Senado. La campaña se calienta y los discursos se endurecen, lo que lamentamos, porque hoy más que antes se necesitan ideas y diálogos para encontrar puntos comunes. Finalmente, queda en el aire la expectativa por la certificación de Estados Unidos a Colombia. Una noticia que podría llegar mañana y que, de ser un revés, podría traer consecuencias graves en cooperación, comercio y seguridad. La semana termina con más preguntas que respuestas, y con la sensación de que el país sigue navegando sin brújula, mientras el mundo acelera. Esperamos que mañana todo empiece mejor.
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