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No tiene lógica alguna que la única selección colombiana de fútbol que ha jugado una final de un mundial, como la Femenina Sub-17, no reciba el apoyo que se merece desde la Federación Colombiana de Fútbol (FCF) y que, pese a su indiscutible brillantez, sus jugadoras se mantengan en condiciones económicas tan dispares con respecto a las demás selecciones masculinas, cuya mejor figuración en la historia del balompié de nuestro país ha sido el quinto lugar en el Mundial de Brasil 2014. Hay que recordar que, recientemente, la Selección Femenina de Fútbol de Mayores también fue subcampeona de la Copa América, superada únicamente, y por muy poco, por Brasil.
El escudo de los dirigentes colombianos de esa Federación es que los reglamentos de la FIFA las considera amateur, no profesionales, y que eso impide que se les pueda dar un tratamiento distinto. Eso lo único que indica es que se necesita un cambio profundo en esas normas absurdas y discriminatorias, que también han ayudado a limitar las posibilidades del fútbol femenino, que puede resultar igual o hasta más emocionante que el masculino, como se ha podido comprobar para nuestro país en los campeonatos recientes en los que nuestras deportistas han participado.
No se puede negar que a los empresarios que patrocinan los deportes también les ha faltado un mayor compromiso para aportarle al fútbol femenino, pero cambiar esa historia les corresponde a los dirigentes de la FCF impulsando con más fuerza la ampliación de la visibilidad de opciones comerciales para esos empresarios, en lugar de evadir la responsabilidad con argumentos baladíes.
La actitud negativa frente al fútbol femenino en Colombia no es solo de ahora. Hay que recordar los vetos impuestos desde la FCF a brillantes jugadoras que tuvieron la valentía de denunciar graves hechos relacionados con el acoso sexual en su contra y la inacción de los dirigentes para solucionar la situación. Lo que se necesita es que la dirigencia del fútbol en el país se convenza de su responsabilidad, y que no siga escondiéndose en explicaciones sin sentido, cuando lo que se necesita es darle más fuerza a ese enorme potencial de deportistas que avanzan imparables y dejan tan alto el nombre de Colombia.
Esto también implica que haya en el país una liga seria de fútbol femenino, con calendario para todo el año, y con la participación de clubes que asuman con seriedad este desafío. Incluso en el ámbito local, se necesita que los dirigentes del Once Caldas inviertan en tener un gran equipo de mujeres futbolistas, que las hay con mucho talento en la región, como se demostró con la presencia de dos caldenses en la selección subcampeona del mundo, Elsa Gómez y Sofía Patiño. Ellas, inclusive, podrían darnos más alegrías que las opacas presentaciones del fracasado equipo profesional masculino.

Lo que no puede seguir pasando es que las mujeres futbolistas tengan que ir a buscar los recursos para sobrevivir desarrollando otros oficios porque no hay manera de que sus talentos futbolísticos les garanticen ingresos, al menos básicos, y en forma permanente. Lo que debe pasar es que se introduzcan cambios estructurales, como ya ocurre en otros países, incluso con un desempeño menor al de las futbolistas colombianas, y que realmente podamos decir que somos potencia en el fútbol femenino. De otra manera se estarán desaprovechando talentos que también son ejemplo para un crecimiento sano de nuestras niñas en Colombia.