Desempeñar labores públicas se requiere para construir país, por eso es tan indispensable que todos los servidores, sin diferenciar la posición o el cargo que estén ocupando, las desarrollen con total transparencia, ética y probidad.
Todavía hay muchas entidades locales y regionales celebrando el Día Nacional del Servidor Público, que por decreto 1083 del 2015 establece es el 27 de junio de cada año. Se espera que las dependencias que restan de Gobernación, alcaldías, entidades descentralizadas, corporaciones públicas, organismos de control y otras oficinas del Estado lo conmemoren no con vacancia de actividades sino que lo asuman como una oportunidad de capacitarse o como lo indica la norma, para reconocer y exaltar la labor de quienes prestan sus servicios en la administración pública de manera excepcional.
El Artículo 123 de la Constitución Nacional señala que son servidores públicos los miembros de las corporaciones (concejos, asambleas, Congreso), los empleados y trabajadores del Estado y de sus entidades descentralizadas territorialmente. Son miles de hombres y mujeres en todo el país que, como la denominación de su cargo lo indica, deben estar al servicio del Estado y de las comunidades. No se entiende que alguien mantenga la denominación de servidor público si no asume que sus prioridades son el cumplimiento de las leyes, la prestación de servicios y la gestión de asuntos gubernamentales o públicos dentro de lo que aparece la dirección, la gerencia, la administración y el trámite de procesos.
Importante que durante estos días todas las entidades del Estado puedan destacar de diferentes maneras y poner como referente la labor de aquellos servidores que desde sus puestos de trabajo van más allá de lo que dicen los manuales de funciones y sus contratos laborales; esos servidores dedicados a brindar la mejor atención a los ciudadanos, que no le ven problema en trabajar tiempo extra con tal de cumplirles a las personas que acuden a las entidades oficiales en busca de atención o de resolver problemas, y también aquellos servidores que están enfocados en desarrollar un trabajo en condiciones de excelencia, convencidos de que lo hacen con recursos públicos que se deben cuidar porque son de todos.
Nunca podrá ser un buen servidor aquel que viola sus deberes y obligaciones; el que comete o participa en actos de corrupción tan conocidos como el abuso de autoridad que le confiere la ley, la utilización indebida de recursos, el soborno, el tráfico de influencias, el nepotismo (favorecer a familiares con la contratación o nombramientos), el prevaricato (dictar resoluciones o fallos contrarios a la ley), el peculado (apropiarse de bienes del Estado), la concusión (forzar a alguien a entregar dinero u otros bienes bajo amenaza), y otros tantos actos que son considerados delitos. Todos deben ser denunciados cuando se identifican, pero igualmente sancionados por las autoridades cuando se comprueban, por mínima que sea la falta y por más apoyo político que tenga el servidor involucrado en este tipo de hechos.
Desempeñar labores públicas se requiere para construir país, por eso es tan indispensable que todos los servidores, sin diferenciar la posición o el cargo que estén ocupando, las desarrollen con total transparencia, ética y probidad. Ninguno puede justificarse en que actúa por desconocimiento, de allí que sea necesario mantener constantes programas de formación y de capacitación en el manejo de lo público, de manera que siempre les estén recordando lo delicado de su trabajo, pero especialmente la responsabilidad que tienen con la ciudadanía. Para todos los buenos servidores, un feliz Día.