La intolerancia se convirtió en otro de los males que aquejan a la sociedad actual, junto con la agresividad y la incapacidad para resolver conflictos por vías distintas a las de hecho, y todo esto junto es un caldo de cultivo perfecto para que afloren las manifestaciones de violencia. La intolerancia generalmente es la causa que esgrimen las autoridades para explicar la ocurrencia de muchos delitos; lo grave es que ha ido trascendiendo tanto que se apoderó de la cotidianidad y está llevando a consecuencias nefastas.
Se refleja en lo que ocurrió en Manizales la semana pasada, cuando un agente de tránsito le informó a un hombre que le debía imponer un comparendo por tener documentación vencida. El infractor golpeó al agente en el rostro y huyó a pie; lo alcanzaron otros tres agentes, que contrario a calmarlo también lo golpearon con los cascos de dotación, y el hombre reaccionó pegándoles. Tan censurable y grave es que un civil haya golpeado a un servidor público en ejercicio de sus funciones, y tanto o más la reacción de los agentes en medio de sus labores, porque pueden haber incurrido en abuso de autoridad si se les comprueba.
En un momento dado son muchos los asuntos personales que pueden mediar para responder de esta manera, pero no se debe justificar en ello este tipo de comportamientos, ni de ciudadanos y mucho menos de personal oficial. Más bien la Secretaría de Movilidad debería iniciar una capacitación o si ya lo hace insistir entre sus agentes en aspectos que vayan dirigidos al manejo de las emociones, al autocontrol, a mantener la calma; porque como autoridad son los primeros llamados a dar ejemplo y a conservar el orden, no pueden estar alterando la tranquilidad y la convivencia ciudadana en vía pública.
Del lado de los civiles, también está haciendo falta mucha conciencia sobre la labor que realizan los agentes de tránsito, que en buena parte vienen recuperando el orden que se había perdido en las calles de Manizales. Lo lógico es que cuando se incumple una norma de tránsito o no se porta un documento obligatorio lo más seguro es que se reciba un comparendo. Si los conductores cumplidores del deber, que son mayoría, acatan lo que exigen las leyes, entonces por qué habría que exonerar a los infractores. La ley debe ser para todos, y eso incluye aplicarla al mal parqueo, que tanto se comete en la ciudad.
En ocho meses, desde que entraron a operar en firme con la Alcaldía, ya son 15 los agentes de tránsito agredidos en razón de su servicio, la proporción es casi de dos por mes, lo que es inaceptable viniendo de ciudadanos; pero también es inadmisible que haya agentes tan intolerantes que no puedan sortear ciertas situaciones sin perder sus cabales, pero además usen la fuerza y se excedan en el ejercicio de sus funciones. Si quieren recibir respeto y reconocimiento deben tener presente que están al servicio de la ciudadanía, no para atacarla y agredirla, se trata es de hacer cumplir las normas.