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Este año van ocho agentes de tránsito víctimas de personas que, siendo infractoras, cuando son requeridas la han emprendido contra la autoridad con agresiones. Esta semana sucedió el caso más reciente en el Centro de la ciudad. Al final, resultaron capturados dos hombres por haber huido, cada uno por su lado, de un operativo de tránsito; uno, sin licencia de conducción y con las llantas lisas del automóvil que manejaba. El otro, que tomó el vehículo para escaparse de la multa, en la maniobra chocó contra dos motos y un carro, atropelló a un agente de tránsito que lo perseguía, dio reversa y arrolló a un motociclista.
Algo nos está pasando como sociedad, que debería ser estudiado por la academia, las organizaciones y las autoridades porque comenzó a afectar la tranquilidad y la seguridad ciudadanas. De ese hecho mencionado nadie resultó con heridas graves, pero como se vio en videos pudo ocasionar muertos. No es posible que servidores públicos tengan que trabajar bajo el miedo si hacen cumplir las normas y las leyes. No se pueden dar largas a los que insisten en ir por las vías sin el lleno de requisitos, y de paso violentan a la autoridad. Claro, también desde lo institucional hay que ganarse la confianza de los ciudadanos y eso se logra con campañas educativas, con acompañamiento para prevenir y no solo aparecer cuando se deba sancionar.
Se están reflejando también esos niveles de violencia en la ciudad en esta época electoral. En el barrio Cervantes un hombre impidió con lenguaje soez y golpes que un candidato al Concejo difundiera allí sus ideas, y advirtió que ningún candidato era bienvenido. No se puede confundir el cansancio político que puede estar emergiendo entre las comunidades y los electores ni la desconfianza por promesas incumplidas, con los malos tratos y los ataques a otra persona, sea quien sea. Algo similar pasó hace días entre un profesor y una campaña política en el corregimiento de Arauca (Palestina). ¿Dónde están quedando los derechos de los otros, las libertades que concede nuestra democracia y que hay que proteger?
En espacios cotidianos la violencia también está haciendo de las suyas. Hay personas que están perdiendo los estribos con facilidad por nimiedades. Porque un conductor pita, porque se pide respetar una fila, porque se solicita silencio, porque se reclama por una mala actuación; en fin, parece que acudir a vías de hecho se normalizó y no se puede sancionar ni reprender al que quebranta lo regulado. Es momento de hacer un alto en el camino y empezar por una reflexión personal, sobre qué tan lesivas pueden ser nuestras actitudes, o si con ellas realmente estamos contribuyendo a que haya menos violencia en la ciudad.

Es hora de recuperar la dialéctica como forma de solucionar los conflictos. Si no podemos solos, acudamos a los especialistas, como los centros de conciliación, como los psicólogos, entre otros. La violencia verbal ha tenido mucha incidencia en la violencia política y ciudadana. Cada uno debe hacerse un propósito de revisar hasta dónde está contribuyendo a esta violencia generalizada con sus palabras, con sus actitudes y buscar cómo corregir. Así empieza a construirse sociedad.