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Lo peor que nos puede suceder como sociedad es insensibilizarnos frente a los hechos violentos. Tratar de normalizar delitos como las agresiones y los homicidios no beneficia a ninguna región. Por el contrario, va haciendo cada vez más difícil establecer las razones para la ocurrencia de estos casos, que por el contrario deberían estar siendo abordados con criterios de inmediatez y de conocimiento profundo a raíz de las investigaciones para llegar hasta el fondo y buscar su erradicación. Todas las violencias son fenómenos que se maduran soterradamente y van teniendo desarrollo sin que nadie, ni siquiera las autoridades, les impida a los verdugos seguir con sus dañinas actuaciones.
Sucede en todos los rincones de Colombia, muy marcado por los cambios en las políticas de seguridad nacional; pero desde el año pasado ha tomado dimensiones preocupantes en Pereira y Dosquebradas, ciudades del Eje Cafetero vecinas de Caldas. Reportes a los que LA PATRIA ha tenido acceso en la labor informativa señalan que desde octubre del 2024 los homicidios en estos dos municipios del departamento de Risaralda alcanzaron cifras que en promedio superaron las 20 muertes por mes. Desde enero hasta la fecha son 84 víctimas en Pereira, la mayoría que se conciben como conductas violentas atípicas, ya que son más extremas y desinhibidas que antes, revelando un cambio en la dinámica del crimen.
Con que ocurra una sola muerte en circunstancias violentas debería estar causando consternación y encender alertas, como reaccionan países de otros continentes porque indica que algo anormal está ocurriendo en la vida en sociedad. Por ello no se entiende que en Pereira, como también pasó en Caldas y lo advertimos, las autoridades se nieguen a aceptar que tienen indicadores de violencia e inseguridad negativos y que puede haber influencias externas que están actuando e incidiendo y deben ser investigadas para apuntarle a desarticular las organizaciones criminales que puedan estar generando estos hechos.
El problema de los homicidios que parece enquistado en Pereira y Dosquebradas termina afectando a toda la región. Nada extraño que mucho de lo que pasa en cuestión de estos delitos en Caldas tenga relación con los de Risaralda, y casi siempre unido al tráfico de drogas. El modus operandi de estas organizaciones es crear corredores para moverse entre departamentos y desarrollar sus actividades económicas y negocios ilícitos. Esto requiere de acciones mancomunadas para ir cerrando espacios, y que los violentos y el delito no logren trascender de un lado a otro.

Los ciudadanos no pueden seguir sintiéndose atemorizados para realizar sus labores cotidianas. Las respuestas institucionales deben ir más allá de los patrullajes mixtos en los barrios afectados en Pereira y Risaralda, donde al parecer hay disputas entre grupos ilegales por el territorio. Adicionalmente se debe escuchar a expertos que mencionan la impunidad que estaría tomando carrera, reflejada en la falta de capturas y de condenas de los implicados en los homicidios. Abogamos por la tranquilidad y la seguridad de todo el Eje Cafetero, propósito que debe ser un común denominador de sus tres departamentos.