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La gran mayoría de países que hacen parte del G-20, cuyos líderes se reúnen hasta hoy en la isla turística indonesia de Bali, coinciden en señalar la urgente necesidad de que Rusia acabe su aventura invasora a Ucrania, y no siga actuando con esa actitud amenazante al mundo que incluso considera ataques nucleares, queriendo revivir la Guerra Fría, la cual debió quedar para siempre en el pasado con la desaparición de la Unión Soviética. Aunque se mantiene la desconfianza y el pesimismo, resulta esperanzador que los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y de China, Xi Jinping, hayan tenido un encuentro amistoso, según trascendió por medios oficiales.
De todos modos, persisten las tensiones entre Occidente y Oriente por distintas razones, pero Rusia es asunto central de las polémicas, aunque es claro que hay mayor rechazo que complacencia ante las actuaciones de los rusos. Es evidente que las principales economías del mundo están afectadas seriamente como consecuencia de la invasión a Ucrania, que ese es un conflicto que no le sirve a nadie, ni a los rusos y que debe acabar de inmediato. Sin embargo, el hecho de que el presidente ruso, Vladimir Putin, parece enviar un mensaje de no querer escuchar al resto del mundo acerca de la urgencia de poner fin a su absurda tozudez.
Hasta la misma China, que ha sido aliada de Putin en su confrontación contra Occidente, está perjudicada con las posibilidades de recesión económica que ganan terreno a cada minuto de la guerra. Por eso, hay un asomo de esperanza de que los líderes de las principales potencias, en medio de las diferencias, logren acuerdos para presionar la salida se Rusia de terreno ucraniano, más con las derrotas sucesivas que viene sufriendo el ejército ruso en ese país, y que por mera dignidad debería empujar a ese gobierno a renunciar a los objetivos, claramente irrealizables, que tenía Putin de dominar a su vecino en pocos días, cuando son ya 8 meses de un grave error.
Es improbable que haya consensos en el G-20 acerca de algún tema específico, pero se busca que al ser la posible recesión económica un problema común, como también lo es la discusión alrededor de la crisis energética y de inflación, así como los asuntos pendientes para consolidar la recuperación global tras la pandemia de covid-19, se hallen puntos de unión que hagan posible que se puedan superar fisuras, al menos, en lo referente a Rusia. De otra manera, no tendría mucho sentido la existencia de este grupo y sería casi imperativa su desaparición por inoperancia. No tendría sentido que cuando más se necesita esta reunión de potencias no sirva para nada.
Hay que reconocer que las dificultades económicas son para todos, no solo para los ya golpeados países emergentes como Colombia, y las economías de bajos ingresos, sino que las potencias también sufren y podrían verse aún más perjudicadas si Putin persiste en su locura. Ahora bien, ya sabemos que cualquier cosa que se le diga a Putin no afecta su soberbia, y que pese a que sepa que está equivocado no es fácil que dé su brazo a torcer. Así ocurrió ya en el 2014 y 2015, luego de la invasión rusa a Crimea, cuando los líderes del G-20 le expresaron su rechazo por ese atropello y solo fueron palabras a oídos sordos. Esta vez, ojalá, sea consciente del rechazo general y recapacite.

Hay que recordar que el G-20 está conformado por Alemania, Arabia Saudí, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, EE.UU., Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Rusia, Reino Unido, Sudáfrica, Turquía y la Unión Europea, y en el caso de América Latina, por ejemplo, es prácticamente imposible que sus tres únicos representantes puedan lograr un mínimo de consenso entre ellos, y menos aún será fácil que eso ocurra con el resto de miembros. De todos modos, no se pierde la esperanza de que se transmita un mensaje que persuada a Putin de poner fin a sus violaciones.