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1997 y 1998 son años de oro para Manizales y Caldas. No porque hubiesen obtenido medallas en competencias deportivas, sino porque fue cuando crearon los Institutos de Fomento, Promoción y Desarrollo de la ciudad y del departamento, llamados Infimanizales e Inficaldas. Nacieron como bancos de segundo piso; es decir, como establecimientos descentralizados y con músculo financiero, el suficiente para apalancar proyectos estratégicos generadores de desarrollo, otorgar créditos a entidades públicas y a las sociedades donde tienen participación accionaria y obtener réditos por esta operación.
Desde entonces en sus juntas directivas han tenido asiento los mandatarios de turno o sus delegados, funcionarios públicos de distinto orden y representantes de gremios. Dando una mirada retrospectiva, en su mayoría tomaron decisiones acertadas para mantener vivos y boyantes estos establecimientos. No obstante, también administración tras administración se iba buscando la forma de echar mano de sus recursos para apalancar obras o proyectos sin rentabilidad alguna, con la suspicaz idea de que es sacar de un bolsillo para meter a otro, pero si no hay renta, el capital cede.
A hoy se han ido sumando esas decisiones políticas por encima de las técnicas, se han utilizado los infis para engordar nóminas a favor de políticos; para ejecutar proyectos sin generar valor agregado, ganancia, ni desarrollo en la ciudad ni en el departamento; para aumentar salarios a algunos de sus gerentes como ha sucedido. Con el actuar de esos directivos es que los infis dejaron de ser las joyas de la corona como se idearon en su momento.
La semana pasada, en la presentación de estados financieros correspondientes a la operación del 2022 en las dos entidades, como lo publicamos, Infimanizales celebró porque obtuvo ganancias de $21 mil 82 millones, un 9,7% más que las del 2021. Inficaldas tocó bombos y platillos porque llegó a $18 mil 808 millones frente a $1.917 millones que tuvo de utilidades en el 2021. Pero ninguno explicó que buena parte de estas cifras proviene de la participación accionaria que tienen y les correspondió por los destacados resultados que obtuvieron empresas como Chec y Efigás, y no todo está relacionado con los ingresos propios de sus operaciones. Invertir en buenas empresas es un acierto, pero los proyectos que rentabilicen la inversión deben ser más y estas buenas cifras a veces ocultan las malas decisiones tomadas atrás y que hoy son un lastre a las finanzas.


Las actuales administraciones deben ver cómo retomar el origen, apoyadas en sus mejores asesores o en las experiencias positivas. No se puede seguir sacando pecho solo por la puntuación que otorgan las calificadoras de riesgo, que es importante, claro; pero insuficiente. Al revisar las páginas web de ambos institutos en sus líneas de negocios lo que se lee, en su mayoría, son proyectos que siguen en ciernes y sin siquiera apoyo financiero estatal para lograr ejecutarlos. Para que brillen de nuevo se debe rescatar en su Gobierno a los técnicos que piensen en el valor agregado, porque si estas entidades son fuertes, la Alcaldía y la Gobernación también se fortalecerán. Lo de los Infis no es de ahora, pero es tiempo de corregir.