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Con carácter de urgencia se debe asumir la intervención en salud mental. Que una de cada ocho personas en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), tenga un problema de este tipo es una alerta, y que en Colombia cuatro de cada diez sufran o hayan sufrido alguna enfermedad mental tiene que preocuparnos a todos porque puede estar significando que al menos uno de cada familia la padece. El cuadro se agrava porque en el país solamente un 12% ha tenido algún tratamiento o atención en esta especialidad, el resto engrosa el subregistro de quienes siguen expuestos y pueden tardar hasta ocho años con la enfermedad para acudir a una primera consulta, según el Ministerio de Salud.

Los datos de la OMS son escalofriantes, fueron tomados antes de la pandemia cuando la prevalencia de los trastornos mentales afectaba a 970 millones de habitantes del planeta, más a las mujeres que a los hombres y eso tiene que dar señales de a quienes priorizar con los programas de atención y prevención. Si eso ocurría antes de la covid-19 la situación ahora tiene que ser mucho más delicada, porque entre las consecuencias que generó la pandemia está una mayor incidencia de enfermedades mentales. El Ministerio de Salud asegura que de enero a mayo de este año hubo 1 millón 517 mil 933 personas diagnosticadas.

El tema no solo debe ser abordado y expuesto el 10 de octubre de cada año, cuando se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental. Si el panorama es como lo están indicando las cifras, se requiere que todo el sistema de salud, el educativo y el social estén volcados a la prevención y atención porque un problema mental no solo requiere de la psiquiatría y de la psicología para medicar y tratar; también de las instituciones educativas para identificarlo y prevenirlo desde las aulas en todos los niveles de formación, igual que de todo el sector productivo, y de las comunidades y las familias para servir de soporte a los pacientes. Solo ellos sienten lo que se padece. La Secretaría de Salud de Manizales así lo entendió y tiene en ejecución una estrategia para la atención y cuidado de las personas vulnerables, desde un abordaje intersectorial.

El grueso de estas afecciones, casi un 60% según la OMS, está representado en trastornos de ansiedad y depresivos, dos enfermedades del siglo que están llegando fácilmente a niños, jóvenes, adultos y ancianos sin discriminación. En menor proporción están otras como la esquizofrenia, los trastornos de conducta, la bipolaridad. Hasta la Procuraduría General de la Nación está advirtiendo de la necesidad en este campo, pues también preocupa la conducta suicida, cuya consumación se incrementó en Colombia en un 15% entre 2022 y 2023 de acuerdo con reportes de Medicina Legal.

Por todo ello y los desenlaces que pueden tener las enfermedades mentales es que hay que acabar con la discriminación de quienes las sufren. Estas enfermedades se han vuelto tan comunes como otro tipo de padecimientos y así lo debe entender la sociedad completa, no hay motivos para ocultarlas por temor a ser juzgado o señalado. Organizaciones en el mundo están promoviendo la salud mental como un derecho humano universal, sobre todo, para quienes están viviendo estas enfermedades. Hay que sumarse a esa cruzada.