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El Congreso de la República instala hoy el periodo de sesiones ordinarias con una novedad, porque con la aprobación de una reforma constitucional el año pasado se redujo en un mes el receso legislativo de los congresistas, y en adelante este tipo de sesiones comenzarán el 16 de febrero, ya no el 16 de marzo como ocurría. En este mes están habilitados para hacer control político y para discutir proyectos de ley ordinaria, como las reformas que radicó el Gobierno nacional y están en curso; pero no podrán votar proyectos de acto legislativo, ni proyectos de leyes estatutarias, que tienen que pasar a periodos posteriores.
Aunque el autor de este cambio fue el representante a la Cámara por Huila Julio César Triana, se considera un triunfo de los colombianos que llevan años exigiendo un trabajo más dedicado hacia las regiones y el país entre senadores y representantes para justificar su elección y los beneficios que los rodean. El propio Triana aseguró que el Congreso con este acto legislativo demostró que puede autorreformarse, y que es la primera de otras tantas reformas que se requieren para conectarse con los colombianos, porque se le ha hecho el quite a una verdadera reforma política.
Por mandato constitucional, una legislatura representa dos periodos de sesiones ordinarias por año; el primero del 20 de julio al 16 de diciembre y el segundo del 16 de marzo al 20 de junio. Pedirles legislar durante más tiempo no es exigencia infundada, así los congresistas digan que no paran de trabajar cuando regresan a sus regiones donde desarrollan labores políticas, pero eran ocho meses sesionando y cuatro descansando. Ahora deben cumplir nueve meses de sesiones, sin contar las extraordinarias. Este mes que se le sumó al segundo periodo lo deben saber aprovechar.
Ya no será excusa la falta de tiempo, y aunque un mes es corto, si se planifica bien se puede aprovechar para dedicarse especialmente al ejercicio de control político que tanta falta está haciendo en el país, pero no para continuar echándole fuego a la polarización política, tampoco para seguir alimentando los enfrentamientos de los últimos días. Eso lo tendrán que definir otras instancias. El mes de más para que sesione el Congreso tendrá que ser un tiempo para citar a los funcionarios del Gobierno a que informen cómo está el país y para dónde va, con cifras y datos exactos.

No pueden los congresistas convertir este tiempo en un caballo de Troya para aprovechar y atacar a sus contrincantes. El tiempo apremia y también les espera a senadores y representantes a la Cámara seguir el trámite de las reformas y los proyectos de ley que buscan su aprobación, para eso sí se necesita de confrontaciones técnicas y legales, de sanas discusiones, de exposiciones del Ejecutivo para aclarar dudas y que lleven al Congreso a aprobar lo mejor para el país, no para un bando o para el otro. Eso ya hay que pararlo porque no le está haciendo ningún bien a Colombia.