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Si se concreta esta semana una reunión de Kim Jong-un con Vladímir Putin, líderes de Corea del Norte y de Rusia, el mundo queda en vilo por lo que pueda salir de este encuentro. Según medios internacionales, el motivo es discutir sobre cooperación militar y el suministro mutuo de armamento, tecnología de guerra y alimentos. Kim, que en los últimos meses se ha resistido a salir de su país y a quien difícilmente se le ve en público, se desplazaría en un tren blindado desde Pyongyang hasta Vladivostok donde se celebrará en estos días el Foro Económico Oriental, al que ya asistió en el 2019.
Rusia, aunque niega esta reunión y su objetivo, necesita el apoyo de Corea del Norte porque las sanciones impuestas le dificultan recibir armamento. Corea del Norte, también con sanciones a cuestas y afectada económicamente, requiere apoyo en tecnología y suministro de alimentos. Además de la vecindad territorial, las relaciones entre ambos son fuertes y vienen de años en frentes contra Estados Unidos, al que consideran archienemigo y al que señalan por realizar ejercicios militares con Corea del Sur como preámbulo para un ataque contra los norcoreanos. Son poderosos moviéndose para sumar fuerzas que cooperen en sus propósitos.
Lo peligroso es que cada uno dispone de armamento, tecnología y recursos militares suficientes para atacar y demostrar fuerza y poderío, y en medio de una tensionante relación como la actual sufre el resto del mundo por lo que significa actuar con toda la artillería. Ya sabemos lo que puede ocurrir. Durante la Segunda Guerra Mundial buena parte de Hiroshima fue destruida en 1945 por una bomba atómica y todavía hay pesares y secuelas. En febrero del año pasado comenzó la invasión de Rusia a Ucrania, que continúa y ha dejado miles de muertos, pérdidas, desastres y fuertes impactos internacionales que incluso han llegado a afectar económicamente a Colombia.
Rechazables son los programas de armas nucleares como pretenden Rusia y Corea del Norte o los de Estados Unidos para enviar municiones con el peligroso uranio empobrecido a Ucrania en su contraofensiva; mucho más que estos elementos sean exhibidos como adquisiciones, pero en realidad son estrategia para generar terror y advertir de lo poderosos y letales que podrían llegar a ser en un momento dado si les provoca presionar el botón y ponerlos en acción. A la vez, cada país desmiente la posibilidad de hacer daño mortal y más bien se ha dedicado a denunciar a sus oponentes, ocasionando presiones mentales en las poblaciones, otro efecto nocivo que no se mide ni se interviene, ni se cuantifica.


Los países y las organizaciones internacionales deberían tomar medidas inmediatas para frenar estos intentos de fortalecimiento armamentístico y guerras como la que está afectando a Ucrania; hay que seguir imponiendo sanciones hasta debilitar tanto a los violentos que ya no les quede otra opción que desistir, sea cualquiera el país. Lo que está en medio es la vida y seguridad de mucha gente y la estabilidad de los territorios, esas tienen que ser las prioridades. Por encima no pueden estar los intereses de gobiernos y sistemas guerreristas que solo buscan beneficio propio.