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Sacar de circulación carros y motos durante 10 o 12 horas continuas es inocuo con el medio ambiente. Inmediatamente después de que terminan estas jornadas se genera otra vez la alta carga contaminante que lo deteriora. Es lo que siempre se ha criticado de la conmemoración del Día sin Carro, porque no es cuestión de un día al año, ni solo con eso se va a mejorar la calidad del aire; la restricción no se aplica a buses, busetas y camiones que funcionan con diésel y son los que generan entre el 55% y el 60% del material particulado (hollín), según datos de Corpocaldas para Manizales.
Bogotá celebró este día la semana pasada, fue obligatorio, con muchos ciudadanos que no lo acataron, según los reportes oficiales. Manizales lo hizo el jueves como algo voluntario. La Secretaría de Movilidad Municipal dijo que hubo un aumento del 31% en la cantidad de bicicletas por las vías, pero una reducción de solo 5% en el uso de vehículos particulares. Fue un día normal para el tránsito local, con la misma presencia de carros y de motos y también los mismos trancones de días y semanas anteriores por los cierres viales que están en curso.
Muchas personas sacaron sus vehículos porque desconocían que había una restricción, pues fue escasa la difusión previa a la jornada; pero las autoridades deben contemplar que no querer sumarse a la convocatoria de la Alcaldía es una expresión del descontento ciudadano con lo que está sucediendo en materia vial en Manizales. Faltan vías, hay desorden para que puedan circular todos los actores por las calles; pero sobre todo faltan operativos de control para sacar de rodamiento a los buses chimenea. Esos sí contaminan a diario, pero nadie actúa para que dejen de dañar la calidad del aire.
Crear conciencia es una necesidad en todas las ciudades del país y tiene que ser una tarea cotidiana, no de unas cuantas horas. Es deber de la sociedad en su conjunto; las instituciones educativas, el comercio y la industria, las familias, las organizaciones comunitarias y ambientalistas, las entidades del Estado. Todos ejecutando programas continuos para frenar las prácticas que están aportando al calentamiento global, y fomentar las que lo conservan. Empezar a desestimular el uso del vehículo tiene que ser un proceso educativo y de cultura ciudadana, no producto de un decreto.


Otra arista del Día sin Carro es la económica. Los comerciantes no lo ven con buenos ojos porque son jornadas en las que ven reducidas sustancialmente sus ventas y no hay medidas para mitigarlo, tampoco los empleadores que ven afectada su producción porque se impacta el normal desplazamiento de los empleados para entrar o salir. Es hora de que la Alcaldía y el Concejo establezcan qué tan positivo es continuar con los días sin carro y sin moto, obligatorio o voluntario. Si es una medida que se desgastó porque poco o nada le está aportando al objetivo para el que fue creada, y ya hay que pensar en otra estrategia. No se trata de seguir conmemorando porque sí.