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El 2022 no ha sido un año fácil. Las consecuencias económicas y sociales de la pandemia de covid-19 se expresaron en zozobra e incertidumbres que profundizaron las preocupaciones y las crisis en los hogares y en los diferentes espacios sociales, no solo en Colombia, sino en todo el mundo. El conflicto en Ucrania, en el que Rusia ha puesto al mundo en alto riesgo, ha generado una suerte de efectos que plantean graves desafíos a la humanidad, para poder salir airosa en medio de la permanente amenaza de hecatombe.
Este es un tiempo de crisis, sin duda, entendido ese concepto como una urgencia de cambio para superar lo negativo y marchar hacia tiempos mejores, como un proceso de transformación necesaria. Esa es la invitación para una noche como la de hoy, en la que se festeja la llegada al mundo del Niño Dios con su mensaje de amor. Cuando hablamos de Nochebuena no hay que dejarse llevar por el imaginario simple de los regalos y las cenas especiales, cuando lo más importante es reflexionar alrededor de lo que podemos hacer desde nuestro propio entorno para lograr un mundo feliz y en paz.
Adicionalmente, ya en otras ocasiones el papa Francisco nos ha invitado a pensar en que el sentido profundo y real de la Navidad es muy distinto a lo que se nos ha vendido desde el consumismo, cuando lo importante es pensar en la figura de Jesús y en su ejemplo de amor desinteresado. En un momento tan complicado para la humanidad como el que estamos atravesando esta Navidad es la oportunidad para dejar atrás los rencores, las animadversiones y las expresiones negativas hacia otros, para mejor acogerlos y buscar juntos cambiar todo aquello que está mal.
Esta es una fecha que invita a la solidaridad, la reconciliación y la generosidad. Es una oportunidad para compartir, para el reencuentro y para aceptar a quien, por alguna razón, a veces sin fundamento, hemos rechazado. Ahora bien, eso no debería ocurrir solo esta noche, sino que la buena convivencia debería ser el comportamiento cotidiano de todos, lejos de discriminaciones, de odio, rencor, resentimiento y demás actitudes que afectan a otros y a nosotros mismos. El respeto a todos, sin fijarse en criterios de clase, etnia, cultura, ideología, sexualidad y religión debe acompañarnos permanentemente.

Desde el pasado 16 de diciembre y hasta hoy hemos celebrado la novena de Navidad, con la que recreamos las esperanzas de María y José en su angustioso viaje hacia Belén, ejemplo que debería llevarnos a cambiar para mejorar en cada momento. Es necesario que aprendamos de esos episodios históricos para pasar con valentía las páginas oscuras y avanzar hacia la claridad que nos ofrece el mensaje del Niño Dios en el pesebre.