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No cabe duda de que el mundo necesita migrar hacia las energías renovables, y que el uso de los combustibles fósiles es responsable, en buena medida, del cambio climático. Sin embargo, tratar de dar un paso precipitado y sin haber estudiado a fondo de dónde saldrán los recursos para garantizar la ejecución del Plan de Desarrollo que, de acuerdo con lo señalado por el presidente, Gustavo Petro, será ambicioso en programas sociales, sería condenar al país a que sufra una crisis financiera con consecuencias insospechadas.

Por eso, es sensata la posición del ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, quien desmintió la afirmación de la viceministra de Energía, Belizza Ruiz Mendoza, quien aseguró que Colombia no firmará nuevos contratos de exploración de hidrocarburos. “Esa decisión no se ha tomado”, dijo Ocampo, y agregó en diálogo con medios de comunicación: “Esa decisión, perdóneme que le diga a la viceministra, no ha sido tomada”.

La verdad es que ha habido mucho ruido con ese asunto desde antes de la posesión de Petro, hace dos meses, y la ministra de Minas, Irene Vélez, ha insistido en que si se necesita gas natural se importaría desde Venezuela, algo que contrasta con la realidad internacional de la crisis energética que vive Europa, por ejemplo, ante la dependencia que tiene de Rusia para poder acceder a ese combustible. Es una posición idealista que no tiene los pies sobre la tierra.

Las declaraciones de las dos funcionarias también van en contravía de la realidad local, ya que incluso el pasado jueves la empresa Hocol, que pertenece al Grupo Ecopetrol, anunció un nuevo descubrimiento de gas natural en el pozo Coralino, perforado en el municipio de Pueblo Nuevo (Córdoba), y poco antes se conoció que en La Unión (Sucre) se hizo otro hallazgo similar de importancia equivalente. Pese a esto, las reservas actuales solo alcanzarían para 8,1 años, y Colombia no puede darse el lujo de tener un horizonte de abastecimiento tan limitado.

Sería irresponsable tomar una decisión tan radical de no firmar más contratos de exploración y explotación de gas natural en medio de la actual coyuntura. No se puede ser tan tozudo como para renunciar a una fuente innegable de recursos que, de otra manera, sería imposible alcanzar. Lo que hay que hacer es, de manera paralela, darles un gran impulso a las energías limpias y gradualmente ir haciendo la transición.

En esto debe imponerse el criterio de Ocampo, quien sabe que el país necesita esos recursos para todos los cambios que se quieren ejecutar, inclusive los del impulso a las energías limpias. Suena bonito pensar en que nuestro país sea abanderado en la lucha contra los efectos del cambio climático, pero resulta insensato sacrificar nuestras fuentes de recursos en una cruzada que debe ser asumida con igual entusiasmo por los países que más contaminan y que más deben aportar a la solución. Se necesita poner los pies sobre la tierra y actuar a consecuencia.