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El atentado ocurrido el 23 de abril contra un grupo de turistas que visitaban la región india de Cachemira y que dejó 26 personas muertas reavivó el conflicto que viven el país más poblado del mundo y mayor democracia en términos demográficos y su vecina Pakistán. Como si no fuera ya poco con la invasión de Rusia a Ucrania, con la violencia ejercida por Israel contra Palestina y Gaza y los recientes ataques estadounidenses a bases yemeníes en Sudán, se reaviva este octogenario conflicto que hace pensar la geopolítica en términos del siglo XIX, aún peleando por territorios o creencias. A estas situaciones se suman los conflictos internos y las amenazas permanentes de otras crispaciones.

La comunidad internacional teme que se escale el conflicto entre estas dos potencias nucleares, que ya han sufrido tres grandes guerras en el pasado y que ya pasaron de la subida del tono de las declaraciones a los ataques. La reacción de India al lanzar cohetes contra posiciones paquistaníes dejó al menos 26 muertos, según las autoridades de Islamabad, que ya anunció que está lista para ejercer la represalia, lo que promete una escalada mayor en lugar de “el máximo nivel de contención”, al que ha invitado la ONU a los dos estados con arsenal nuclear.

Esta es una guerra más heredada del imperialismo, pues se desató una vez el Reino Unido abandonó el Gobierno del subcontinente indio en 1947. En ese momento, la decisión que se tomó fue la de dividir el territorio entre los dos países, dejando a Pakistán como mayoría musulmana y a Indica como mayoría hindú. No obstante, los desplazamientos y la violencia por credos se desataron y la línea divisoria de Cachemira nunca dejó satisfechas a las partes. Desde entonces se mantienen las divisiones entre ambas naciones.

Cachemira es una región montañosa rica en recursos naturales y es vista por las dos naciones como de interés estratégico. Mientras India la cree necesaria para su seguridad y también por la extensión territorial que significa, para Pakistán, el hecho de que la mayoría de esta población sea musulmana es suficiente para que sea parte de su geografía. Es lamentable que se sigan presentando este tipo de conflictos. Que las naciones no encuentren la forma de solucionar sus problemas con el diálogo, porque un nuevo frente de batalla en el mundo solo dejará más personas afectadas por esto y suelen ser los que menos tienen que ver en propiciar la guerra.

Es importante que la ONU y las grandes potencias cercanas a los dos países -China de Islamabad y Rusia de Nueva Dehli- ayuden a mediar antes de que sea demasiado tarde y no haya vuelta atrás. También Estados Unidos fue clave para lograr la paz en 1998, y será necesaria su participación para apaciguar los ánimos y encontrar salidas negociadas. Esta nueva nueva situación prebelium es también un recordatorio de la fragilidad de ciertas relaciones y de la necesidad de construir una sociedad más comunitaria, que trascienda las maneras particulares de ver la vida, también de ser más globales y menos chovinistas. Pero estos últimos años nos han ido mostrando que falta mucho por hacer para lograr tales anhelos, que deberían ser de toda la humanidad.