
Foto | SES Hospital Universitario de Caldas | LA PATRIA | El trabajo en las unidades de cuidado intensivo les exigió a los médicos un trabajo individualizado con cada paciente.
La pandemia por la covid-19, hace un lustro, puso a prueba los sistemas de salud en todo el mundo. En Colombia, el personal asistencial enfrentó retos sin precedentes en los diferentes servicios hospitalarios.
José Fernando Escobar Serna, jefe del Área Crítica del SES Hospital Universitario de Caldas; y María Cristina Florián Pérez, coordinadora de la Unidad de Cuidado Intensivo del Hospital Departamental Santa Sofía; contaron -desde su experiencia- cómo fue vivir la crisis desde la primera línea de atención.
Esto dijeron a LA PATRIA:
José Fernando Escobar Serna, del SES Hospital Universitario de Caldas
Foto | Cortesía | LA PATRIA
“No estábamos seguros de si el virus llegaría con la misma intensidad que en otros países, pero nos preparamos desde el primer momento. Creamos una Fuerza de Tarea (Futar) enfocada en la pandemia para organizarnos y estar listos ante cualquier escenario.
Establecimos protocolos para el manejo de pacientes, rutas de aislamiento y la distribución de elementos de protección personal. Se determinó la cantidad de camas necesarias en urgencias, hospitalización y UCI para atender la posible demanda.
En el momento en que se documentaron los primeros casos, teníamos 20 camas de cuidado intensivo. Ya antes la ocupación era alta, por lo que habíamos proyectado ampliar la unidad. La crisis aceleró los planes y logramos expandirnos a 39 camas, incluyendo cuidado intermedio. Fue un esfuerzo enorme, pero necesario. Necesitamos aumentar los ventiladores mecánicos.
Veíamos pacientes de edad avanzada con cuadros severos, pero también personas jóvenes y sanas que terminaban en estado crítico. Había incertidumbre, porque no sabíamos cómo iba a evolucionar cada persona.
Todos sabíamos que estábamos en riesgo. Cada día trabajábamos con pacientes contagiados y sabíamos que en cualquier momento podríamos enfermarnos. No queríamos exponer a nuestras familias. Uno pensaba: si me contagio, ¿seré asintomático o me afectará gravemente? Era una preocupación diaria.
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Cuando tuve síntomas, casi que ya sabía que la prueba saldría positiva. Sentí temor, más que por mí, por el miedo de haber contagiado a mi familia, a mi hija, antes de darme cuenta.
Debí aislarme y sentí que abandonaba a mi equipo en el peor momento. Estábamos acostumbrados a trabajar juntos, a darnos apoyo y tener que ausentarme por dos semanas en plena crisis fue difícil.
El desgaste emocional de la pandemia fue grande. No solo era el trabajo físico, sino la carga emocional de ver tantos pacientes en estado crítico. A veces, por más que hiciéramos todo, no podíamos salvar a algunos pacientes y eso era devastador.
En ese tiempo, intentamos apoyarnos entre compañeros, pero la tensión era constante. Algunos días eran más duros que otros, pero siempre tratábamos de seguir adelante.
La pandemia dejó muchas lecciones. Nos enseñó la importancia de la preparación y del trabajo en equipo. Lo que vivimos nos marcó para siempre, pero también nos hizo más resilientes”.
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María Cristina Florián Pérez, del Hospital Departamental Santa Sofía
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“Enfrentarse a la pandemia fue muy difícil, porque no estábamos preparados para una contingencia en salud tan grande como la covid-19. No teníamos la infraestructura ni los recursos humanos suficientes. Su impacto fue mayor de lo esperado, no solo en salud, sino también en la economía y en la vida cotidiana de todos.
La pandemia fue un reto enorme para el gremio de la salud, especialmente, para las unidades de cuidados intensivos en Colombia. Nos enfrentamos a la falta de camas, personal y equipos médicos adecuados. Aun así, demostramos resiliencia como país y logramos responder de manera adecuada a las necesidades que surgieron.
Nosotros fuimos víctimas del aislamiento social. Pasamos por momentos de incertidumbre, de desgaste físico y emocional. Al inicio, recibimos aplausos como reconocimiento, pero cuando la crisis pasó, muchos olvidaron el sacrificio que hicimos.
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El llamado es a que la gente entienda que la covid-19 no se ha ido. Sigue presente y debemos aprender a convivir con él. También les pediría que valoren realmente el trabajo médico, que va más allá de un sueldo. No somos los culpables de que el sistema de salud esté en crisis.
Lo más difícil para mí fue la amenaza a la vida que sufrí durante este episodio. Nos sentíamos agotados y sobrecargados. Ver la escasez de recursos y la pérdida de tantas vidas humanas fue doloroso. Además, la inconsciencia social ante la pandemia nos generó frustración. Sentí miedo, no solo por mí, sino por mi familia”.
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